RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 7 de junio de 2012

MARATÓN DE ESTOCOLMO: CAPÍTULO 4 EL DESENLACE

Treinta kilómetros, la distancia mágica, aquella que nunca había sobrepasado en mis entrenos, estaba a la espera de que suceda algo especial pero nada ocurrió, salvo que seguíamos corriendo tratando de mantener el ritmo. íbamos avanzando sin dejar de adelantar corredores, y cada vez se veían más "cadáveres" a los que el tío del mazo ya les estaba visitando. Pasamos por el túnel del aparcamiento del Mercadona, como yo lo bauticéo (no es que hubiera ningún Mercadona allí, Roig no ha conquistado todavía Suecia), y saludamos a los cámaras de televisión que estaban encaramados en lo alto. Entramos de nuevo en Sodermalm y le comenté a Roger que mi dorsal tan sólo se sostenía ya por dos imperdibles. No sé como lo hice pero seguro que sería de los pocos maratonianos que acabaron la carrera sin dorsal por culpa de la lluvia.

No quiero exagerar mucho los hechos, aunque mi vocación frustrada de escritor podría dar pie a ello, pero parecia que me hubiesen echado el cenizo porque aproximadamente en el kilómetro 31 y medio comprobé como el cordón de mi zapatilla izquierda, donde iba el chip, se me había desatado. Recordé la conversación que tuve con Mercedes cuando me agarré dicho dispositivo: como no fui capaz de engancharlo con la banda de papel plastificado que daba la organización y opté por agarrarlo con el nudo de la zapatilla (seguro que sería de los pocos runners que hizo esta locura) Mercedes me dijo que el cordón tendería a desatarse por el hecho de resbalar con el plástico del chip. Así fue; menosmal que le hice caso y me hizo un doble nudo bien fuerte, porque ahora lo que tenía ante mí era la zapatilla desatada pero al menos el chip sujeto por el nudo interior. Hice referencia al problema a mi partener sueco y me miro casi con compasión. ¿Cómo podía correr?, malamente porque el pie bailaba un poco en un montón de agua y no fui pisando bien desde ese momento. Decidí agacharme para atarlo, pero enseguida desistí y me volví a incorporar. Roger me sacaba unos 150 metros que recuperé en un pis pas porque pese a todo me seguía encontrando fuerte.

Ahora venía otro escollo, el puente, con lluvia muy intensa, subimos el repecho de antesala al verdadero sufrimiento. Las piernas picaron un poco, pero no hubo problema. Enfilamos mirando al norte con todo el viento de cara y la pendiente positiva, la muerte. La gente que ibamos adelantando emitía quejidos y no sé si tacos en sueco y otros idiomas, yo mismamente dije un par de veces "mierda". Pero tampoco fue para tanto, ya que llegamos a la pendiente negativa y todo fue mejorando. Al bajar del todo un grupo de música estaba tocando Another Brick in the Wall, Pt. 1  de Pink Floyd, de su album "The Wall", es decir, "el muro", es decir, "el tio del mazo". Intenté hacer este comentario a Roger, pero creo que era demasiado joven o quizá no era muy fan de este tipo de música, o quizá me expliqué mal.

Dejamos el agua a la derecha e ibamos derechos a la T-Centralen nuevamente. El kilómetro 35 arrojaba los siguientes datos:



Es decir, un paso de 23´25´´ que indicaba que aún ibamos a buen ritmo pese a los accidentes. El kilómetro 31 fue sorprendente, quizá por la cuesta abajo, 4´39´´ eso fue en la zona donde paré para ver si me ataba las zapatillas, y perdimos algo de ritmo, y luego 4´41´´ y sobre todo 5´08´´ eso en plena subida del puente. El último ya era un ritmo más normal, cercano a 4´40´´. Acumulado de tiempo en 35 kms, 2 horas 38 minutos 30 segundos.

Los datos de la organización.




Según los datos oficiales, últimos 5 kilometros en 24´07´´a 4´50´´ de media. Tiempo total 2 horas 40 minutos 47 segundos, con un desfase de más de 2 minutos en tiempo y de unos 500 metros en distancia.

La foto que os pongo creo que es en la zona cercana a los 35, en Norr Mälarstrand. No os engañéis, es de archivo, porque ese brillo del sol en el agua pertenece a otra maratón.



Seguía feliz, pero ya más cansado. Avanzábamos por el 36 y avituallé isotónica. Tenía la sensación y el convencimiento de que ibamos a terminar la maratón juntos Roger y yo, y así se lo hice saber. Le pregunté cómo iba de piernas y fuerzas y me dijo que bien dentro de lo que cabía. Yo le dije que iba ya bastante cargado. La foto que os dejo es de algún  lugar entre el 35 y la T-Centralen:



Se puede comprobar que ya no iba tan entero. En cuanto bajamos por un puente para subir y girar a la T-Centralen había un repecho de unos 200 metros que me acabó de rematar, aproximadamente kilómetro 37. Desde ese momento sufrí lo que denominé un "general breakdown" como le hice saber a Roger. Fue más o menos por esta zona:



Desde luego yo no iba tan alegre como el que sale en la foto. Roger me dijo que seguiríamos hasta el final y yo le comenté que no podía con el ritmo. Aflojamos y hasta el 38 fue un poco complicado. Ya en el 38, cuando cogimos Odegatan otra vez, estaban dando Dextrosa, y me puse contento pensando que me salvaría la vida. Había una cuesta importante para mi, porque el mareo no me dejaba correr. El caso es que cuando la cuesta terminó y hubo pendiente negativa me recuperé bastante y así fue hasta el 40. Ya no quedaba nada y Roger hizo hincapié en ello. Mi Garmin marcaba:



Habíamos hecho los últimos 5 kilómetros en 25´38´´, es decir, a 5´07´´ el kilómetro y el paso total había sido de 3 horas 4 minutos y 8 segundos. Recuerdo que eché cuentas y pensé que no podría jamás bajar de 3 horas 15 minutos como me había propuesto, porque no podía ir ya fluido. El tiempo oficial era:


3 horas 6 minutos y 56 segundos, con un desfase de casi tres minutos y unos 500 metros. Últimos 5 kilómetros en 26´05´´.

Roger me volvió a animar y yo desistí, me dolía bastante el pie y le dije que siguiera que nos veríamos en meta. Corrí unos 300 metros más y conforme giramos la derecha por la avenida de árboles, paré y perdí en torno a 1 minuto 45 segundos en quitarme los guantes, desatarme el nudo con las manos heladas y atarme la zapatilla. Sólo me puse un guante y el otro me lo enganché en el pantalón y a sufrir. Fue ciertamente un alivio pensar que los escasos dos kilómetros que quedaban los haría con la zapatilla abrochada y sin sentirme mal por Roger, así que a no más de 6 minutos el kilometro sufrí lo que tenía que sufrir para pasar por el 41, continuar hasta el giro a izquierdas que mostraba la torre del estadio (donde en la vuelta anterior pensé cómo estaría a estas alturas), y subir rezando la cuesta que me llevaba a los aledaños del recinto. Ya no había cuesta arriba y todo estaba hecho. Entre en el estadio como en una nube, pero no disfrute como creía, porque estaba demasiado out, demasiado desconectado. Entre el 35 y el 40 había perdido 83 puestos, y en sólo 2 kilómetros 200 perdí la friolera de otros 296 puestos adicionales


En esta corta distancia, mi tiempo fue de 15´49´´ para hacer 2,2 kms, a 7´el kilómetro, a los que hay que restarles los casi 2 minutos perdidos en al atado de la zapatilla, es decir, más o menos a 6´el kilómetro. El Garmin me decía:



Difícil de comparar por que para el Garmin la última vuelta consistió en 680 metros, ya que la distancia total medida por el aparato fue de 42 kilómetros 680 metros.

Pero llegué, y llegué bien, y allí estaba Roger esperándome y nos fundimos en un abrazo y me preguntó varias cosas, pero yo no tenía muchas ganas de hablar ni podía pensar en inglés. Tiempo oficial 3 horas 22 minutos 41 segundos. Me podía dar por satisfecho.

Recuerdo que pensé, ¿correría otra maratón?, y por mi mente salió una respuesta rápida: por supuesto.


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