RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 26 de octubre de 2012

EL MUNDO DEL RUNNING TAMBIÉN ES UN PAÑUELO

Si el mundo en general es un pañuelo, si esta existencia te permite vivir bucles estilo al sufrido por Bill Murray durante "el día de la marmota" en la famosa película "Atrapado en el tiempo" y si ´de vez en cuando tenemos la sensación de tener un "deja vu" de esos que no sabemos muy bien cómo explicar, bueno, como decía, si todos estos fenómenos pueden ocurrirnos en nuestra vida normal,  por qué no nos van a ocurrir en el ámbito de nuestro hobby preferido.  En el fondo, esto de correr es como un mundo más pequeño, que está contenido en un conjunto más amplio, y también es común que se den jugarretas del destino tales como "este pinchazo ya soñé que me daría", "esta carrera me da la sensación que ya le he corrido", "este tío del mazo que me está maltratando creo que ya lo conocí  en una maratón anterior" o  incluso voy más allá, se pueden tener hasta tus propios días de "la marmota corredora" cuando repites cada semana ese terrible entreno de series que tanto temes y no hay forma de que el plan se termine de una vez. En  mi caso, y bromas aparte, tengo en mi haber la experiencia vital de mi maratón de la capital de Suecia que me permitió, por pura casualidad, conocer a un par de runners manchegos ("runner por el mundo" podría titularse el programa televisivo al uso); allí en tierras del norte y en aquellos días de perror, con lluvia, viento y frío que tengo tan grabados en mi retina. Poder decir hoy que me une con ellos una buena  amistad supone poder presumir de haber conocido a gente estupenda que vivía cerca de casa, pero sin embargo me topé con ellos a un montón de cientos de kilómetros de La Mancha, y eso, y las penurias, y nuestra afición común, nos ha unido. Por ello, este año llevaré con orgullo en muchas carreras mi camiseta del Club Deportivo Pozo Norte y me identificaré con Mari Sol Gijón y su grupo de runners de Puertollano, no sólo por la coincidencia de haberla conocido en tan curiosas circunstancias, sino también porque son gente estupenda. Estocolmo también dió para ganarme otra amistad, la de un sueco con el que me puse a charlar durante la carrera; si no me da por chapurrear mi inglés con él en el kilómetro 18, no habríamos gastado saliva durante 22 kilómetros más y yo no estaría ahora tratando de perfeccionar mi inglés a través de correos electrónicos que van de running y de como cambiar el planeta.

Pero ahí no se queda la cosa: no he corrido aún la Maratón de Valencia y ya he tenido otro de esos "¡qué pequeño es el mundo!; de nuevo por casualidad he conocido a un runner valdepeñero, Alberto Menchero, afincado en mi querida Alcalá de Henares, (ciudad que recuerdo de cuando hace veintitantos años sufría mi etapa militar). Este "valdepeñero de nacimiento y de corazón" tratará, al igual que yo, de acercarse al registro de las 3 horas en la prueba de Filípides allí en la tierra de la paella. Por supuesto que trataremos de alcanzar el reto juntos, eso si no me funde antes. Me estoy temiendo que sólo pueda serle una liebre digna en la primera mitad de la carrera.

Quizá cuando seamos viejos, pero viejos de verdad, recordaremos más a las personas que nos encontramos por el camino gracias al running que a las propias sensaciones que teníamos al correr, porque esto es también lo que ocurre, por extensión, en la vida: nos marcan más los compañeros de viaje que las propias situaciones.

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