RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 31 de marzo de 2013

CRÓNICA DEL 10.000 DE MINAYA

El viaje a Minaya y el preámbulo a la carrera

Amaneció despejado en Valdepeñas, pero el viento no amainaba, dando la razón a las previsiones meteorológicas. A eso de las 12:30 pusimos rumbo a Minaya y la verdad es que el viaje se nos hizo corto, puesto que cuando menos nos dimos cuenta ya estábamos en Villarrobledo. Llegamos a nuestro destino y estuvimos callejeando buscando un restaurante y tratando de descubrir por dónde pasaba la carrera. Finalmente encontramos un restaurante pegado a la antigua nacional y comimos muy bien, pero en exceso para mis intereses. A las 15:20 nos fuimos a la zona de la salida donde daban el dorsal y la bolsa de corredor. El viento soplaba con fuerza y, como todo corredor, siempre preocupa esta circunstancia a la hora de disputar una carrera. Tuvimos que esperar puesto que la organización no tenía aún dispuesto el tinglado. Finalmente recibí mi bolsa, compuesta de: camiseta técnica, botella de vino, barrita energética y bebida isotónica; no muy grande pero la camiseta mola bastante, y por 9 euros no se puede pedir más. También me facilitaron mi dorsal y el chip, el cual debía devolver al finalizar la carrera.

Justo antes del pistoletazo

A las 16:45 me puse el chip y el dorsal y comencé a calentar. Malas sensaciones con pesadez de estómago. También sabía quién iba a ser el verdadero protagonista del evento: el viento, con rachas de más de 40 kilómetros por hora, así que pensé que iba a ser difícil bajar mi marca. Tras las fotografías de rigor, hechas, como siempre, por mi mujer, se acercó la hora: más de 600 corredores, algunos con muy buena pinta, y también, desde luego, todo el espectro de populares, dándole a la prueba muy buen ambiente en la línea de salida. Participaban Pedro Antonio Esteso, reciente Campeón de Europa +35 de 1.500, finalmente quedó tercero. Miguel Ángel Torrecilla Mesas, del Club de Atletismo Aranda, que a la postre fue el ganador con 31´50´´, David Castro Fajardo, Campeón de España Junior de Duatlón el año pasado, que fue segundo haciendo algo más de 32´´,   Raúl Martínez un consolidado corredor del Club Diputación Albacete, que fue segundo español en la Maratón de Nueva York de 2011, con 02:32 y acabó cuarto con algo más de 33´, y otros runners populares de bastante nivel.

Se dio la salida. La primera vuelta

Sonó el pistoletazo y ¡a correr de nuevo!. Ya van muchas competiciones seguidas y me estoy acostumbrando a estas lides. Sin embargo, el comienzo no fue como el de las últimas ocasiones; me encontré con malas sensaciones y subido de pulsaciones, y supe que tocaría sufrir. También me encontraba pesado digestivamente hablando, debido, sin duda, a la comida ingerida no hacía ni tres horas antes. (estoy seguro que esto influyó negativamente). Algo que no cambia es lo de ir esquivando algunos corredores que iban demasiado lento a mi gusto, pero esto no es inconveniente, es más bien lo lógico en las toda carrera con cierto volumen de participación. El primer kilómetro resultó durillo con pendiente positiva y aún así lo pasé en 3´30´´. En seguida me uní a un grupo de unos 10 corredores, y las sensaciones seguían siendo malas, no me encontraba a gusto, no estiraba zancada, iba medio asfixiado y para más inri venían rachas de viento de cara en algunas calles tras realizar giros. Los constantes giros y esquinazos tampoco ayudaban, impidiendo coger ritmo. El segundo kilómetro lo pasé en 07´20´´, a 3´40´´, y recuerdo que pensé que me costaría conservar ese ritmo si las cosas seguían así. Lo peor de la vuelta estaba por llegar: la salida a campo abierto en un tramo de carretera donde, el viento soplaba prácticamente de cara, haciendo difícil avanzar y te machacaba la cadencia. No sé porque, decidí tirar e irme hacia adelante, dejando atrás al grupo, y juntamo a mi se puso un corredor con el que me fui relevando. Entre los dos fuimos cazando gente que en la mayoría de los casos iban a menos. Pero las sensaciones eran tan malas que apenas miraba mi Garmin, totalmente desbordado por la situación (nada que ver con el devenir del último 10.000 realizado en Daimiel en diciembre del año pasado). Una vez metidos de nuevo en la población, la cosa mejoró un poco, con alguna pendiente negativa, y más resguardados del viento, aunque de nuevo comenzaron los giros y esquinas. Llegados al kilómetro cuatro, la cosa mejoraba, porque había una zona de cuesta abajo que ayudaba a recuperar, y luego girar para encarar la línea de meta, realizando el paso de la primera vuelta. Pasamos, mi compañero de viaje y yo, por la línea de meta con un buen tiempo, 18´01´´, y todo continuaba igual, con malas sensaciones. A todo esto he de decir que lo único que me permitía mantener el ritmo era que mis piernas funcionaban, el mal no estaba en ellas. Pese a todo, desde la salida habríamos adelantado a 30 corredores.

La segunda vuelta

Tras la meta había avituallamiento (había uno cada 2,5 kilómetros), pero yo pasé de largo. Iba concentrado en sobrellevar lo mejor posible la segunda vuelta, ahora que la memoria me iría diciendo lo que me esperaba. Mi compañero de viaje se quedó en el avituallamiento y comoquiera que no miré hacia atrás no supe de él en los siguientes minutos. Recordé la cuesta tras el giro de la derecha, y en seguida lo sufrí, aunque tras terminar con el repecho las sensaciones mejoraron un poco y comencé a sentir el ritmo; nada para tirar cohetes, pero al menos era un cambio a mejor. Los constantes giros, que también recordaba instantes antes de sucederse, me impidieron crecerme, y ahora mi mente se ocupaba de afrontar el tramo duro de la carretera. Giramos a derechas y una bofefada de aire me anticipó lo que estaba por llegar. Sin embargo, mi compañero, el que se había quedado atrás un par de kilómetros antes, se puso paralelo a mi y lo agradecí. Adelantamos a algunos corredores más y comencé a ser optimista porque aunque iba mal, cada vez quedaba menos y lo que quedaba no era lo peor. Terminado el tramo de la carretera volvimos a entrar en la población y nos volvimos a resguardar un poco del viento. De nuevo avituallamiento, y de nuevo pasé de él, bueno, no del todo, cogí una botellita y me refresqué el cuello. Dos kilómetros y medio, Javi, ¡ya no queda nada!. Comencé a echar cuentas, iban cayendo los minutos  y sabía que si mantenía el ritmo podría bajar mi mejor marca. En la parte final la gente comenzó a apretar, mi pareja de baile se me fue unos metros  y yo no iba para muchos trotes. Otra zona de virajes, y esto no ayudaba. Kilómetro 8, esto no es nada ya, me pasan dos o tres corredores, algunos van muy enteros, pero los llevo delante, a tan sólo unos metros. Debemos haber pasado ya el kilómetro nueve porque veo ya el giro a derechas que nos lleva a la cuesta abajo de unos trescientos metros, y siento que está todo hecho, esta carrera no pasará a la historia como la de mayor disfrute, pero tampoco quedará en el recuerdo como aquella en la que arrojé la toalla. Me acerco a los corredores de delante, estiro zancada, me animo, la última curva para encarar la recta final  y a lo lejos veo el crono; voy a bajar holgadamente de 37´. Aprieto los dientes y trato de cazar a "mi pareja de baile", "mi compañero circunstancial", o como se le quiera llamar, pero él también aprieta y pasa tres segundos por delante mía.  La marca: 36´32´´, a 3´39´´, ¡mi mejor marca!, en una carrera muy endurecida por el viento. Un poco más y me tiro al suelo, porque estaba bastante exhausto, aunque sorprendentemente muy bien de piernas, ¿qué demonios me ha pasado?. Misterios del cuerpo.

En cualquier caso, objetivo cumplido. No puedo exigirme más. ¡Ya ha sido bastante!

Conclusión: carrera dura, llena de giros y con mucho viento. Por otra parte, no me encontré suelto, mal de pulsaciones y sin ritmo, costándome correr en todo momento. No me dio la sensación de ir rápido, pero sí me sentía en muchas fases bastante "al límite".

Ahora tocar dar un descanso competitivo al cuerpo. Hasta primeros de mayo no correré el 10.000 de Manzanares. Dudo que pueda obtener allí mi mejor rendimiento, porque ahora voy a bajar el pistón, creo que es lo que toca.



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