RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 31 de julio de 2013

LA SONRISA DE LA LIBERTAD

 

El sol ya lleva un rato asomado esperando ver la vida fluir. Abro la puerta de casa con la sensación de que será la última vez que haga ese acto tan común, atravieso el pequeño jardín y con pasos cortos pero suaves, inicio la carrera. Lo primero que siento es un dolor punzante en mi tobillo, fruto del golpe no accidental de anoche, aún así trato de no dejar que esa desagradable sensación me impida hacer lo que he decidido hacer. Voy cogiendo ritmo, poco a poco, y de igual forma el calor va anestesiando la zona facilitándome la carrera. Paso por varias calles que me indican la salida, como si fuera un pequeño ratón en un laberinto  buscando mi queso, hasta que giro por la última vía habitada de la ciudad hacia el este, deslumbrándome la luz poderosa del horizonte. Justo cuando guiño los ojos en un gesto reflejo, siento el hematoma que se extiende en mi pómulo izquierdo, pero también aguanto, lo puedo soportar. La vía deja de estar cubierta de asfalto y comienzo a correr sobre la zahorra del camino, teniendo que esquivar la multitud de charcos que son la secuela de la tormenta de ayer; pienso que mientras en la calle la naturaleza hacía de las suyas descargando rayos y truenos en el típico aguacero estival, en mi casa yo me sentía más desprotegida e impotente de lo que me hubiera encontrado a la intemperie soportando el diluvio de esa gota fría .

El monte se acerca irremesiblemente, su figura se va agrandando hasta que sus brazos quieren acogerme para invitarme a formar parte de su conjunto. La cuesta crece a la vez que lo hace el ritmo de mi respiración, los músculos se tensan, mi tobillo herido se queja pero aún así acelero con el objeto del que el cansancio me abrume allá en lo alto. Llego a la cima, exhausta, sudorosa, todo me da vueltas, pero eso es lo que buscaba... Giro sobre mi misma y contemplo la vista: el anaranjado color de la mañana a mi izquierda, los tonos verdes de los cultivos que se entremezclan con los rojizos del campo labrado, por supuesto el azul intenso del cielo, sin una nube por testigo, y un poco más allá los colores variopintos de las edificaciones, donde se encierran mil historias como la mía. Quiero recordar esa imagen para tratar de reproducirla cuando me sienta lejos de donde nací. Estar muy cansada me permite quedarme vacía, así que me siento en una piedra volcánica propia de la zona y hundo mi cabeza entre mis piernas. No quiero llorar, sólo quiero pararme, detener mi mente un instante...

Bajo por la senda de la otra parte del monte sin querer frenar; dejo que las piernas cojan inercia y me transporten como si ir vertiginosamente pudiera hacerme menos vulnerable de lo que ya me siento; me juego el físico sin saber que dentro de mi ya habita una vida minúscula cuyas células se dividen tan rápido como yo desciendo por el cerro. Llego al camino principal con unas tremendas náuseas, me paro, vomito, echo a correr de nuevo, vuelvo a parar y otra vez a vomitar... Cada vez que lo hago siento un terrible dolor en mi cuello; casi puedo perfilar a través de mi sistema nervioso, esos grandes dedos apretándome la garganta, hasta casi romperme...

Llego por fin al cruce de caminos; si giro a la derecha sé lo que me espera, lo puedo ver en una secuencia compactada, el resto de mis días todo junto en unos segundos; en cambio, si giro a la izquierda mi vida estará llena de incertidumbres que serán del todo mías. Abro el bolsillito de mi malla y saco el móvil: hago la llamada en la que tanto he estado pensado durante la larga noche. Unos minutos después ya está hecho: a 12 kilómetros de allí, en el siguiente pueblo, me esperará mi hermana. Así que me guardo el móvil y echo a correr junto con el hijo que aún no espero, llevando toda la ilusión del mundo impregnada en mi sudor. Enseguida una sonrisa comienza a dibujarse en mi cara, es casi involuntaria y no me la puedo quitar, es la sonrisa de la libertad. 


MIÉRCOLES 31: TOCÓ DURA SESIÓN DE CUESTAS

 

Otro día que me he levantado muy cansado, y como el anterior, he hecho de tripas corazón y he he cumplido con mi obligación, mi plan de entrenamiento. En esta ocasión, he ido al Cerro del Ángel, donde me esperaba un circuito de tres subidas con sus subsiguientes bajadas, por el camino del 19% de pendiente, alternando con tres subidas por la carretera al 8%, bajando por el mismo sitio que en las cuestas más empinadas. 

Sin sentirme tan mal como ayer, sí que he notado de nuevo el cansancio. En cualquier he cumplido el entreno, sin ninguna molestia y sin nada raro. Al volver a casa no estaba el cuerpo para florituras, por lo que no he apretado mucho el ritmo.

Me han salido 1 hora y 3 minutos y unos 9.400 metros.

Con este entreno acumulo más de 81 kilómetros a lo largo de la semana, y me quedará mañana, porque el viernes descansaré.



MARTES 30: RODANDO SUAVE PERO CANSADO


El martes por la mañana, bien temprano, me levanté bastante hecho polvo, dispuesto a iniciar otra maratoniana jornada que comenzase con mi entreno diario. Tras vestirme para la ocasión me fui a hacer un circuito de poco más de 10 kilómetros por los caminos del norte de Valdepeñas, y la verdad es que sin tener molestias de ningún tipo se me hizo un poco cuesta arriba. Lo único que me pasaba es que estaba cansado físicamente, me costaba tirar de mi alma. Sólo cuando pude entrar en materia, tras, al menos, media hora de sesión, mejoraron un poco las sensaciones.

Está claro que no le puedo pedir más a mi cuerpo, y en cualquier caso he de decir que estoy contento. En cuanto al ritmo, al final terminé un poco más fuerte, pero al comienzo iba verdaderamente lento. Hice unos 58 minutos y unos 10.400 metros aproximadamente.

Cuando llegué a mi primer trabajo también se hizo duro, y se podría decir que me encontraba como el que podéis apreciar en la foto.


lunes, 29 de julio de 2013

LUNES 29: ¡LO HICE!: 61,7 KILÓMETROS EN 47 HORAS


Bueno, 

Sólo son datos, estadísticas, pero para mi son significativas. Tras el descanso del viernes tenía mi pequeño Tourmalet, con los 35 kilómetros en solitario del sábado. Todo se desarrolló bien, gracias en parte a que no hizo mucho calor, y pude completar mi tirada larga, muy larga, sin mayores problemas. Me levanté tan conectado el domingo que decidí meter más kilómetros que los previstos y por ello ese día hice un doblaje, haciendo unos 9,5 kilómetros por la mañana, y a buen ritmo, y saliendo con Mercedes por la tarde para realizar unos 9 kilómetros más suaves. Terminé muy suelto y sin molestia alguna por lo que pensé que no merecía la pena descansar el lunes, así que hoy he madrugado y he realizado una sesión de unos 53 minutos consistente en el calentamiento y en series de gradas con multisaltos en el parque  y sin parar hacía cambios de ritmo dando vueltas en el recinto, un entreno que suelo meter periódicamente en mis planes de fuerza. Me he encontrado bien, sin problemas, pero cuando he notado cierta carga, eso sí, ligera, en los isquios he decidido aflojar la intensidad para no tener problemas innecesarios, y es que he de andarme con ojo porque han sido 61,7 kilómetros en 47 horas. Para terminar he regresado a casa descalentando durante unos 10 minutos.


domingo, 28 de julio de 2013

DOMINGO 28: ¿DOBLANDO?



Hoy domingo me he salido del guión preestablecido. Si ayer hice 35 kilómetros, en lo que supuso el entreno de mayor distancia y tiempo hecho en solitario, hoy el cuerpo me pedía marcha; yo quiero escuchar y si lo que me dicen las sensaciones es que entrene, obedezco. Así qué, aprovechando que no hacía mucho calor me fui al parque, bastante despacio, pero una vez allí incrementé el ritmo y dí tres vueltas a un ritmo cercano a 5' el kilómetro. Tras esto salí del recinto y me fui a buen ritmo por la vía de servicio de la AIV, sentido norte, y una vez llegado a la falda del Cerro.del Ángel, regresé por el camino asfaltado con muy buenas sensaciones. Me salieron unos 9,5 kilómetros en 52 minutos.

Por la tarde tocaba la sesión vespertina. A eso de las 19:45 nos hemos ido Mercedes y yo a rodar un rato. Hacía viento lo que atemperaba la sensación térmica y hacía agradable correr, así que hemos ido encantados, yo sin molestias, y ella ha terminado a un ritmo más cercano de 5'30" que de 6'. Hemos hecho 57' y algo menos de 9 kilómetros.

Por tanto, he hecho algo menos de 18,5 kilómetros, sin molestias y bastante suelto. Si a esto le sumo los 35 kilómetros de ayer, suponen un récord de distancia en 36 horas, 51,5 kilómetros, lo cual será superado cuando mañana de madrugada vuelva a salir y llegue a los 60 kilómetros en 48 horas.

Muy contento

EL RELOJ DE ARENA


"No soy nada". Este es el punto de partida, no es algo que recién descubro, simplemente se trata de un sentimiento que convive conmigo. La búsqueda del éxito puede asociarse con decepción, sólo depende de lo frágil que sea tu alma, y hay una amarga lección que aprender: los triunfadores son los ladrones de muchos deseos. Nos hacen ver desde pequeños que el camino pasa por ganar, porque los perdedores no se quedan con la chica al final de la película, y enseguida aprendes a clasificarte entre los dos tipos de personas: triunfadores y perdedores. Ahí está la recurrida genética para limitar nuestros sueños, de forma que tienes que acabar aceptando que perteneces al grupo de los que agachan la cabeza y esconden su espíritu, ante esto sólo quedan dos actitudes: el esfuerzo o la resignación. Yo escogí esforzarme, y mi pasión hizo el resto. Pero el ímpetu está reñido con el sinsabor y 43 años han dado mucho de sí para contemplar esa pelea; el resultado: mil sueños  diluyéndose a lo largo de mi pasado. Es el viento el que te sopla en forma de destino y te trae aquello que no esperas, en mi caso una familia que adoro: mi mujer y mis hijos, que hoy sé que son más valiosos que cualquier medalla o reconocimiento que alimente el ego.

Sin embargo algo cambio hace unos años: mis piernas llevan 40 meses corriendo sin parar. Me puse las zapatillas sabiendo de antemano que no me esperaba la gloria, ¿pero necesitaba realmente esa estrella?; .tan sólo ando buscando el regocijo de haber encontrado una forma de vivir en la que mis fracasos me den fuerza y en la que mis pequeños logros me hagan sentir fuerte, de forma que en el proceso me sienta muy vivo. Soy corredor de larga distancia, esa es mi dulce enfermedad, y ya he aprendido qué es el esfuerzo, el dolor y el llanto, pero también he probado las lágrimas de la alegría; cuando el campo se abre, vas corriendo libre hacia lo que buscas, no importa lo que vales, sino lo que sientes, porque los años que estamos en este mundo son la arena de ese reloj que alguien volcó cuando nacimos; la arena sigue cayendo y cayendo y no podemos hacer otra cosa que seguir viviendo, pero por favor, hagámoslo de la forma más plena e intensa, que se nos termina la arena.

Este blog tiene parte de culpa, porque con él he imaginado, soñado, aprendido y expresado mis sentimientos. Hoy os muestro esta parte de mi, como lo haría en la hoja de mi privado diario, sólo que esto no es un diario y no es privado, porque los que estáis ahí formáis parte, de alguna forma, de mi reto. En un par de meses me enfrentaré con algo increíble para mi, la oportunidad de conocerme mejor, de buscar mis límites, de sentirme más vivo aún de lo que me siento y de reflexionar sobre tantas cosas que se me escapan y que quizá me tenga que enfrentar a ellas en los peores momentos de mi Madrid-Segovia. Mi blog os contará todo eso, porque quiero que lo sepáis y porque espero que estéis conmigo, por muy distintos que seáis a mi.



sábado, 27 de julio de 2013

SÁBADO 27: TIRADA DE 35 KILÓMETROS CON LA MOCHILA A CUESTAS

Tocaba hacer algo que nunca había realizado antes: salir yo solo a realizar una tirada tan larga por un recorrido que se alejaba considerablemente del pueblo. El viernes por la noche estudié las posibilidades y medí un circuito sin grandes cuestas, y quizá no muy vistoso, pero al menos me cuadraban los kilómetros y lo dí por bueno. Preparé agua, 1 litro y medio, algo para picar, mi móvil, crema para el sol y mis gafas y mi gorra, ¡ya tenía todo lo necesario!

Este ha sido el recorrido:





















Partía de Valdepeñas hacia el noreste por los caminos que me llevan a la Vega del Peral:



Se puede apreciar que hacía una mañana despejada, pero no muy fresquita. Eso sí, corría vientecillo que hacía agradable correr. De sensaciones iba bien, pero aún me tengo que acostumbrar a ritmos lentos aguantando el peso de la mochila. En cualquier caso me movía a una media de alrededor de 5´50´´, haciendo algunos kilómetros a 5´40´´.

Podéis comprobar como están de verdes las vides




Después, pasé por la Vega Baja del Peral, donde eché una foto a la cañada. Todavía corre agua a pesar de estar casi en agosto


Aquí ya llevaba 6 kilómetros. Después cogí el camino asfaltado que me llevó hasta la Carretera de la Solana y seguí esta dirección a dicha población durante unos 2 kilómetros y medio


Me salí de la carretera cuando llevaba algo menos de 9,5 kilómetros y mantenía la media. Ahora me metía por un camino por el cual sólo había transitado una sola vez, y que tenía pendiente positiva:


Además, enseguida dejé atrás la bifurcación que cogí en su día, de forma que siguiendo todo recto era para mi terreno virgen. Por aquí se hizo algo aburrido, de forma que corrí durante unos 3 kilómetros por un camino, a veces no muy bueno, que bordeaba la sierra por la parte de atrás



Iba dejando la sierra siempre a la derecha, y al final de la cadena montañosa tendría que buscar el paso que hay, ya cercano a la población de San Carlos del Valle.


Llegué a un cruce de caminos, de forma que si tomaba hacia la derecha había una cuesta tremenda hacia la sierra, pero este no me parecía el paso tal y como lo había visto en el Google Earth. Si tomaba hacia la izquierda me alejaba de la sierra, y aunque no estaba seguro me dio la sensación de que era el camino correcto, así que lo tomé. Era el kilómetro 13 y medio. Por esta camino fui lleno de dudas, pensando que me había equivocado, pero enseguida me dí cuenta de que de nuevo me orientaba hacia la sierra hasta que en el 16,8 llegué a un cruce caminos donde se podía ver el paso entre la sierra por el que tenía que ascender

Estaba a escasos 2 kilómetros de San Carlos del Valle, y sin parar, eché varios tragos de agua y reposté comiéndome un pastelito de chocolate. Pronto comprobé como la pendiente era considerable, y me tocaba pelearme durante un kilómetro y medio. Me crucé con un todo terreno y pregunté a sus ocupantes si iba bien hacia la Carretera de San Carlos, me dijeron que sí.

Aquí tenéis una foto de mi ascensión


De mis zapatilla subiendo


Y de la parte más alta


A partir de ahí, tocaba bajar suave hasta toparme con la Carretera de San Carlos, pero no cogería ésta, sino que unos metros más allá tomaría un camino que me llevaría de nuevo a la carretera pero ya a pocos kilómetros del pueblo. La media había bajado un poco y se situaba en 6´pelados. Yo no iba mal, bien hidratado bebiendo constantemente, y aún me quedaban unos 17 kilómetros. 


Esta es la último foto disponible, porque eché un par de fotos más pero no han salido bien. Discurrí por el camino manteniendo la media, y pasados unos dos kilómetros, cuando ya me quedaban unos 11, decidí tomarme un poco de fruta confitada, la cual me comí mientras andaba, sin pararme. Fue el único tramo que hice andando durante un par de minutos. A partir de ahí, el resto del entreno fue más o menos llevadero, con subidas y bajadas, hasta llegar a la parte del camino que sí conocía. El calor comenzó a apretar pero llevaba agua suficiente. Por fin alcancé la Carretera de San Carlos en el 30,5, ¡tan sólo 4 kilómetros y medio!, y me comí los kilómetros restantes yendo por la carretera sin más incidencias. Llegué al pueblo y por último a casa cuadrando los 35 kilómetros y haciéndolo en 3 horas y 31 minutos a 6´02´´ de ritmo medio.

Bastante satisfecho, por ser un entreno muy largo y en solitario, y no haberme muerto por el camino.



CUARTA SEMANA DEL PLAN DE FUERZA PARA LA MARATÓN DE MÁLAGA

Ya he completado las cuatro primeras semanas de este plan, preámbulo al específico antes de la Maratón de Málaga, que tendrá lugar el 8 de diciembre. Esta semana ha venido claramente marcada por el entreno realizado el sábado 20 entre Cercedilla y Segovia, entrenamiento oficial de los organizadores de la IV Madrid-Segovia. Fueron 36 kilómetros que me permitió administrar el acumulado semanal de forma más sencilla, si tenemos en cuenta que no descansé en los días siguientes. Sí es cierto que dicho "atracón de kilómetros" ha hecho que afloje un poco en las sesiones de calidad, para evitar riesgos innecesarios de lesiones. Por días esto ha sido lo que ha acontecido:

  1. Sábado 20: los 36 kilómetros antes mencionados, con unos primeros 13 kilómetros en pendiente constante de una media del 5%. Buenas sensaciones y acabé con ganas de más. Eso sí, el ritmo no fue alto, debido, entre otras cosas, a las paradas y a los tramo en los que fuimos andando. Salió una media de 6´42´´ el kilómetro.
  2. Domingo 21: salí a descargar con mi mujer e hicimos un circuito de casi 10 kilómetros, pero también suaves, a 6´15´´ aproximadamente.
  3. Lunes 22:  hice un buen entreno de calidad, de forma que tras el calentamiento estuve haciendo cuestas de diversas pendientes, sin apenas bajadas, durante 33 minutos. Después volví a casa a buen ritmo soltando piernas. El mejor entreno de la semana en cuanto a intensidad se refiere.
  4. Martes 23: me acerqué al parque a descargar muscularmente, sin embargo me puse a rodar con unos compañeros y nos pusimos a un ritmo creciente demasiado exigente, llegando a ir a 4´20´´. No era lo que quería hacer, pero no me sentí mal del todo. Eso sí, corté pronto el entreno, haciendo 8.300 metros.
  5. Miércoles 24: me tocó madrugar para hacer unos 9500 metros suaves. Tenía pensado hacer gomas después, pero estaba un poco cansado y decidí dejarlas.
  6. Jueves 25: el segundo entreno de calidad, esta vez en forma de interval a razón de 2´30´´ fuertes y 2´30´´ suaves, durante 33´, habiendo calentado antes durante 20´. Costó entrar en faena pero al final no estuvo mal. Se notó que estaba agotado físicamente.
  7. Viernes 26: decidí descansar, máxime si tenía en cuenta que hoy sábado tenía previsto hacer una tirada muy larga, concretamente de 35 kilómetros.
En general, ha sido una buena semana, en la que las piernas han respondido bien a lo que puedo decir que es el entreno de mayor distancia que jamás había hecho, 36 kilómetros. No necesité descanso los días siguientes y no sentí agotamiento muscular. Me han salido casi 84 kilómetros.

Esta es la tabla:


viernes, 26 de julio de 2013

HABEMUS PAPA: YA TENEMOS EL RECORRIDO DE LA MARATÓN DE MÁLAGA 2013


Bueno, se hecho rogar un poquitín pero ya hay recorrido para la Maratón de Málaga. Saldrá desde las inmediaciones del Faro, recorrerá la playa por el Paseo Marítimo hacia el Este, para luego regresar, pasar por la zona céntrica (Catedral, Calle Larios, etc), subir ir hacia el Norte, regresar hacia el Sur para luego irse a la zona Oeste de la ciudad, pasar por la zona donde está el Estadio de Atletismo y volver por el Paseo Marítimo hasta la zona de donde se dió la salida. A groso modo, ese es el recorrido. Os pego dos link: uno con el pdf y otro con el vídeo.

https://s3-eu-west-1.amazonaws.com/deporticket-eu/2013-mma-recorrido.pdf
http://www.maratonmalaga.info/mma-recorrido


Por otra parte, parece ser que el ritmo de inscripciones no va tal y como les gustaría, y creo que es una pena. Van unos 450 inscritos, cuando quedan algo más de 4 meses. Vamos a ver si la gente se anima y podemos correr allí más de 1.500.


JUEVES 25: TERMINANDO LA SEMANA CON INTERVAL


Teniendo en cuenta que el viernes me lo iba a tomar de descanso, y que volver a la "rutina infernal" me supone estar mermado de fuerzas, me levanté a las 6 y pico hecho polvo. Sin ninguna gana, pero ninguna, me puse la ropa de correr y me pregunté varias veces por qué demonios hacía eso, si nadie me lo iba a reconocer, ni yo mismo. Sin embargo me vestí y me fui a correr, porque sencillamente era mi obligación.

Pasé por el parque, con las piernas dormidas, bueno, y el cuerpo en general, y me fui a la Carretera de Daimiel, donde, cuando llegué al minuto 20 comencé a realizar cambios de ritmo a razón de 2´30´´ fuertes y 2´30´´ suaves. El primero costó, pero la cosa mejoró conforme fui avanzando en la sesión. Regresé por el carreterín que termina en el Polígono del Vino, y de ahí hasta casa. Me salieron 52´ para unos 9.200 metros, de los cuales 32´fueron en interval.

Con esto termino la semana, en la que he hecho casi 84 kilómetros.

 


MIÉRCOLES 24: TOCA MADRUGAR PARA HACER ALGO MENOS DE 10 KMS


Se terminó lo bueno. Me debían unas horas del curso que estoy impartiendo y por ello no tuve que impartir clases entre el jueves y el martes, pero el miércoles fue el dia en el que regresábamos al ritmo frenético. Me levanté cansado, y me fui por la Carretera de San Carlos del Valle a ritmo cansino. Enseguida cogí por un camino que me llevaba al Peral, y a los 5 kilómetros desvié por otro camino que me regresó al Camino del Peral y de ahí a casa. Sólo comencé a encontrarme relativamente bien cuando quedaban 15 minutos para terminar. Me salieron unos 9.200 metros y empleé unos 54´. Al llegar a casa tenía previsto a hacer gomas, pero decidí no hacerlas.


MARTES 23: EN EL PARQUE CORRIENDO MÁS RÁPIDO DE LO DEBIDO



Tras el entreno del lunes, con las cuestas por medio, tenía ciertas molestias en las articulaciones, pero no muy reseñables. Había que tener en cuenta que tras los 36 kilómetros del sábado, el entreno del domingo y las cuestas del lunes, había acumulado unos exigentes 53 kilómetros en mis piernas, con casi 6 horas utilizadas. Por ello, fui en coche al Parque Cervantes, con la idea de descargar yendo despacito. Pero como me junté con Enrique Cidfuentes del Extenuación Valdepeñas, enseguida nos dimos cuenta que íbamos por debajo de 5´el kilómetro. Pero la cosa fue peor, entre charla y charla nos vimos a 4´20´´ prácticamente. Luego se unió José María Camacho, otro extenuado, y bajamos un poco el ritmo, pero a los pocos metros ya estábamos acelerando de nuevo. Y como en esto del running no hay ni Guardia Civil ni radares, ni multas, pues ya se sabe...

No me encontraba mal del todo pero sí notaba todo el esfuerzo de los días anteriores, así que a la octava vuelta, y unos 8.300 metros, dí por terminado mi entreno, que duró unos 38´.

miércoles, 24 de julio de 2013

MI MARATÓN SOÑADA



El preámbulo de la vida

El pulso se me acelera cuando por fin llega el momento que tanto he estado esperando. El speaker comienza la cuenta atrás y en la pantalla puedo ver la marea de nerviosos corredores dispuestos a iniciar esa nueva y emocionante aventura. En ese momento me llega la imagen de mi padre,  no puedo evitar pensar cómo se fue de mi vida, pero me propongo recordarlo hoy y sentirlo cerca de mi. No hay tiempo para más porque el pistoletazo sorprende a mis piernas adormecidas que contrastan en su letargo con la actividad que se mueve en mi cabeza. Echo a correr, sé que esta va a ser mi carrera; intuyo que algo importante va a ocurrir. Pego codazos, me abro paso entre mis locos semejantes, busco mi ritmo hasta que las pulsaciones se estabilizan tras cruzar el primer kilómetro. Ahora, ya más tranquilo, me pongo tras la estela de un grupo de tres maratonianos que llevan una zancada constante y dejo que marquen mi cadencia; de nuevo pienso en mi padre, en cómo me hizo adicto a esta droga que hoy ando metiendo en las venas. Recuerdo aquellas mañanas siendo muy niño, el olor a hierba, a verano, huelo a café recién hecho al llegar totalmente exhausto a casa tras correr con él; surgen imágenes... le veo apretando los dientes llegando a meta  en no se sabe bien qué pueblo; por último siento, como si de pellizcos se trataran, las sensaciones de aquella maratón que compartimos los dos hace algunos años. Mi mente en su quehacer ha engañado a mi GPS, de forma que cuando regreso a la prueba ya voy por el kilómetro 5. No he sido consciente de que he dejado atrás al grupo del cual iba aprovechando su rebufo.  

Sólo entiendo la vida 

Las piernas van solas, no cuesta engranar la maquinaria y me sorprendo con una sensación parecida a la que debe sentirse cuando uno flota: ¡estoy volando!. No recuerdo haber experimentado nada igual en los muchos años que llevo en esto del running, por lo que me lo tomo como un premio. Los kilómetros avanzan y el ritmo que llevo es increíble, una grata sorpresa. En el paso por el 10 voy 3 minutos por debajo de la marca planificada y aún así no siento que vaya forzado, todo fluye con facilidad, con sencillez. Ahora hay una larga avenida, que tiende a ser cuesta abajo y desconecto de nuevo: veo a mi padre en aquella habitación de paredes blancas, con cama blanca, silla blanca y aparatos blancos. Está sentado sobre un sillón del único color que podría tener aquella deprimente habitación de hospital. Me brinda una sonrisa, pero tras su cara no puede ocultar su cansancio, se está despidiendo. Cuesta entender como alguien tan vital, tan activo, que ha dado dos vueltas al mundo sumando los kilómetros que ha hecho sobre sus zapatillas, se ve tan frágil y tan expuesto a quebrarse, pero la evidencia me dice que ese es su final, está a punto de alcanzar su particular meta, la de su última maratón. Aún así, sabe que ese momento es como uno de aquellos entrenamientos en los que trataba de inspirarme coraje y fortaleza; pero en esta ocasión su afán es ocultarme sus propios miedos, el temor de un anciano que no sabe qué va a ser de él.

Regreso a mi carrera, se me han ido dos avenidas y 11 kilómetros por el camino sin prácticamente darme cuenta. Noto que mis pensamientos me han traído dos sentimientos contrapuestos: tristeza e ira. La tristeza es el resultado lógico por el recuerdo de la pérdida y la ira es la consecuencia de ser incapaz de entender por qué nos vamos. Este último río de incomprensión e impotencia aligera aún más mis piernas, aumento la velocidad y ello no le cuesta a mi cuerpo; justo cuando paso por la media maratón a un ritmo para el cual no estoy preparado, vuelvo a mirar mis tiempos: siete minutos más rápido de lo previsto y un minuto más rápido que mi mejor marca en esa distancia. Sé que lo que estoy haciendo es una locura, pero no puedo parar, adelanto a corredores que me miran sorprendidos por la diferencia de ritmo y en el paso por el 25 alguien me dice que voy el 101, lo cual me parece casi una broma, porque en una maratón tan masificada y de tanto nivel, esa posición tiene doble valor añadido.

Los otros en mi carrera

No puedo evitar desconectar de nuevo, ahora cogemos un largo paseo marítimo donde el olor a mar y la brisa pasan desapercibidas para mis sentidos; ya no estoy allí, ahora estoy compitiendo en algún sitio, recuerdo dónde es, no he olvidado los detalles..., veo a mi mujer con su cara paciente y dulce, luce una prominente barriga ya que está de 7 meses, pero aún así aguanta de pie una maratón entera para ver a su marido hacer lo que más le gusta. Llego a meta con el estómago del revés, ella se acerca para preguntarme cómo estoy pero me encuentro tan mal que no le contesto, tan sólo vomito y vomito. La tengo a mi lado, está conmigo, pero yo no estoy con ella, sólo estoy con mis carreras, con mis resultados, con mis rendimientos... Entre tanto vuelvo, paso por el 30, y sigo adelantando gente, todos más jóvenes que yo. Cuando miro el aparato no puedo creer lo que veo reflejado: mejoro en 15 minutos mi mejor tiempo, que debe ser de cuando tenía veinte años menos. Estoy corriendo con lágrimas en los ojos y las piernas se abren camino ahora sobre el asfalto que se extiende por una larga cuesta tendida. Pero no siento ningún tipo de dolor, apenas hallo resistencia por la pendiente, crezco zancada a zancada sintiendo como si estuviera haciendo lo último que tuviese que realizar en esta que es mi vida.

Cierro los ojos y vuelvo a recordar; ahora veo a una niña alta y delgada con pantalones cortos, corriendo en el parque, yo la arengo para que aumente el ritmo pero ella no me hace caso; es demasiado rebelde como para dejarse llevar por mis indicaciones. Aún así se le ve tan especial que siento que no puedo moldearla, no puedo hacer de ella una atleta si ella lo único que quiere ser es un espíritu libre, y por eso corre, por sentir la tierra, los árboles, el viento, no por mejorar registros... Veo la marca de los 35 pero apenas siento pesadez o cansancio; el ritmo endiablado es como un aliado que no quiere abandonarme en esta batalla que libramos hoy. Cuando reviso el reloj ya no puedo ni sorprenderme, me he quedado sin la capacidad de sorpresa. A 100 metros por delante veo un corredor al que no le echo más de 30 años, esbelto, delgado, pero que está sufriendo. Aumento un poco más mi ritmo, me voy acercando hasta que lo fagocito. Cuando me ve pasar se queda boquiabierto y me pregunto que ha visto que le cause ese sentimiento.

La soledad en mi vida

Alguien grita que voy en la posición 19, lo cual me suena a chiste, ...no sé si creérmelo, ¿a tantos he adelantado?. Estoy seguro de que debo ir el primero de mi categoría, la de mayores de 50, y eso provoca en mi una subida de adrenalina que hace que vuelva a aumentar el ritmo un poco más. Pero paralelamente vienen nuevas imágenes, son las de un par de maletas, las dos mujeres de mi vida se van, la puerta está abierta, pero pronto la cerraré separándome para siempre de todo lo que verdaderamente amo. Hay una frase que me está llegando, está contenida, proviene de sus labios, está a punto de salir de su boca, cuando lo haga me sentiré solo, sin nadie; finalmente las palabras transitan por el aire: "quédate con tus maratones, a nosotras no nos necesitas". Regreso de nuevo a la carrera, me siento mal, estoy hundido, pero sólo moralmente, porque mis piernas no han dejado de adelantar corredores. Paso por el 40 y trato de curar el mal de mi alma haciendo los dos últimos kilómetros más rápidos de mi vida, así que me muerdo los labios, me clavo las uñas de las manos en las palmas, avanzo y avanzo. Las calles se estrechan, estamos en el centro, la gente grita, anima sin parar, el ruido hace que todo parezca extraño. Creo que me animan para que cace más competidores, para que culmine la gesta más grande que jamás he conseguido. Últimos mil metros y a unos 150 veo tres corredores que son mi último objetivo. Por primera vez las piernas me arden por el esfuerzo pero voy viendo sus siluetas cada vez más grandes y más claras, hasta que los alcanzo pasando sin mirar atrás camino de la meta que está ya a la vista. Debo estar terminando entre los 10 primeros; el speaker, el mismo que nos dio la salida, me nombra sorprendido, dice algo así como mi crono es algo inesperado, que soy un desconocido, y pienso que lleva razón, soy un desconocido incluso para mi mismo. En los últimos 100 metros toda mi vida pasa rápidamente y al cruzar la meta siento que he hecho todo lo que había venido a hacer en este mundo. Alguien de la organización me dice que he sido el octavo, primero de mi categoría, me arropa con una manta térmica y es entonces cuando la vista se me nubla, mi mente decide irse, mi corazón deja de latir, porque siente que ya he completado mi misión, ...es ahí donde termina todo.

No estoy solo

...En la sala blanca, de máquinas blancas y paredes blancas, hay un hombre de cincuenta y tantos al que tras luchar varios meses contra el cáncer le ha llegado su hora. Los médicos tratan de traerlo de nuevo a la vida, pero sus esfuerzos serán en vano. Hay una chica cabizbaja y una mujer madura se echa las manos a la boca tratando de contener el llanto.

Unos minutos antes habían estado las dos recordando viejas historias de cuando los tres eran una familia, mientras lo contemplaban ahí postrado. Le habían observado muecas como si sonriese, también como movía los párpados y le habían preguntado al doctor si estos gestos eran normales; éste les había dicho que estaba sedado, no sentía dolor; lo más probable es que ya no despertara, estando inmerso en un estadio profundo del subconsciente. La chica joven deseó en ese momento que su padre estuviera soñando, su último sueño, y que lo hiciera reviviendo su pasión, una maratón, su maratón soñada.