RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 24 de agosto de 2013

LA GRAN RUEDA MISTERIOSA





Allá por donde piso oigo a la tierra decir que estoy llegando, y en mi avance, zancada tras zancada, hago temblar el subsuelo alarmando a los pequeños habitantes de sus cavernas. El agua que salpico moja el aire que se siente intimidado por mi osadía  y no hallo piedra ni rincón en mi tránsito que no murmulle al verme aparecer  o que no curioseé por el motivo de mi visita. Cada gramo de hierba que aplasto, cada hormiga que desoriento se involucran en mi empresa y hasta las liebres me imitan con sus saltos huyendo despavoridas ante tan hostil intromisión. Veo levantar el vuelo de toda clase de pájaros que ajenos a mi presencia descansaban en las ramas, obligados a dejar sus hogares transitorios. Incluso el sol echa horas extras sobre mi piel cuando la expongo como ofrenda  por aquellos que vinimos para quedarnos eternamente,  hasta que un día aprendimos lo importante: que solo somos invitados durante un suspiro.

No encuentro forma más perfecta de fundirme con el resto. No obtengo una manera más natural de expresar que estoy vivo. Y si algún día no tuve nada que decir fue porque me creí inmortal y mi soberbia me dijo que en lo inerte de los inventos que hemos creado  estaba la llave de mi destino. Ya lo he aprendido hasta grabarse en mi esencia: no soy nada, sólo una parte infinitesimal de un gran todo; mi misión es el movimiento hasta que no pueda cumplir mi cometido. Llegado ese momento, me tendré que conformar con sentir a través de mis sueños, dando carreras allá por donde mi imaginación me lleve, no parando de comunicar que sigo aquí girando dentro de esta infinita y misteriosa rueda que es el universo.



No hay comentarios :

Publicar un comentario