RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 30 de enero de 2015

MIÉRCOLES 28: SE TRATA DE CUESTAS

Sí...., el miércoles se trata de cuestas; así está escrito en este mesociclo denominado "de fuerza", aunque le voy a tener que redenominar "de fuerza de voluntad". Deseando es el gerundio que me viene a la cabeza cuando pienso en la primavera, temperaturas más suaves y tardes más largas, pero deseando es sólo una quimera, no es un hecho. Pues nada, siguiendo con esta guisa el tocaba "subir" por aquello de "que la fuerza te acompañe". El martes había sido suave y había que "dejarse el callo". Cogí un circuito "de despiste" como le voy a pasar a llamar a aquellos recorridos con los que pretendo rodar antes de iniciar la calidad, aunque en sí mismo ya conlleve intensidad el hecho de ir a 5 o a menos de 5´el kilómetro mientras ruedo. Cogí varios caminos y bifurcaciones en una noche en la que acompañaba correr (hoy sin embargo hace un viento que quita las ganas de asomar el gaznate a la calle con lo que la sola idea de salir a terminar la semana me aterroriza). Tras un machaque considerable pero más o menos cómodo alcance la falda del Cerro del Ángel cuando ya llevaba 43 minutos de rodaje y decidí subir apretando los pistones, algo que no supuso sufrimiento al principio, sin embargo un compañero tan inesperado como desagradable vino a compartir conmigo la sesión: un terrible ardor de estómago que me hizo que este órgano y mi esófago se volvieran del revés. Correr con molestias distintas al cansacio propio del esfuerzo es correr con un handicap extra, y ese ingrediente fue el que añadí a la paella que tenía que cocinar. Ya en lo alto del cerro tuve que bajar por el caminillo malicioso donde de noche es más fácil dejarse un tobillo que salir indemne, y 250 metros más allá y 70 metros más abajo tuve que subir apretando nuevamente los machos hasta los repetidores de nuestro querido cerro, y una vez conseguido este hito bajé ya por el carreterín con otra sombra añadida: un desagradable pinchazo en la zona derecha de mis abdominales inferiores, algo que no me gusta ni un pelo porque siempre lo asocio con "hernia inguinal" (estoy operado de la izquierda). Así que una vez abajo no me esmeré gran cosa en volar hasta casa y más bien sostuve un ritmo vivo, eso sí, apretando los dientes por los desagradables pinchazos y por el malestar digestivo. Pero llegué a casa y se terminó lo malo, sobre todo tras tomarme un antiácido y completar una larga sesión de estiramientos que esfumaron casi todo lo negativo (aunque los músculos del bajo vientre me siguiesen molestando).
 
Otro entreno interesante a sumar en esta mi nueva etapa camino a Helsinki.





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