RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

viernes, 29 de mayo de 2015

SÁBADO 23: BUSCANDO AGARRARME A UN ASIDERO

"Vas cayendo por el efecto que ejerce sobre ti la gravedad e intentas compensarlo poniendo toda tu resistencia. Esa oposición durará mientras duren las fuerzas pero cuando todo haya acabado podrás decir que caíste pero no te dejaste arrastrar"

Es en los tiempos malos, o incluso en los menos buenos, cuando una persona ha de sacar su fuerza y combatir. Cuando el viento va a tu favor y todo es fácil no hace falta tanta pelea, te dejas llevar y ya está. Como en esta vida la mayor parte la pasamos remando contracorriente, toca echar espaldas y esperar que vengan "menos dobladas". Puesto todo esto en mi contexto, el running me ha dado la vida, una nueva vida, pero hay que reconocer que esta forma de vivir también cuesta, es más dura que la que tenía antes. Ahora que mi mujer se ha sumado a la causa, pues sucede que los problemas se multiplican y todo es mucho más emocionante, pero por desgracia más duro y difícil. El martes había sido el último día que había corrido Mercedes, cuando en ese día fatídico se quedó bien fastidiada. Aprovechó un bono que se había ganado en la Media Maratón de Valdepeñas, para acudir al "Centro del Agua" un complejo deportivo muy completo que hay en Valdepeñas. De esta forma trataba de compensar nadando y haciendo gimnasia la ausencia de kilómetros, hasta que el dolor remitiera un poco. Yo mientras tanto seguía con lo mío. El sábado tocaba tirada larga, no tan larga como en semanas anteriores, pero más intensa, y bien cierto es que prefiero más kilómetros pero más suaves, que menos kilómetros pero más intensos, así me hallo últimamente. Salí a eso de las 10 horas, sin agua, y aunque el calor no fuera excesivo, si que lo noté. Me dirigí al Paraje de las Aguas, luego al del Peral y de ahí por la Vega para luego coger los Cerros de la Aguzadera, acabar subiendo el Cerro del Ángel campo a través, bajarlo y a casa. No disfruté, y el ritmo tampoco fue para tirar cohetes, calculo que 5 minutos pelados. Además, la última parte del entreno la sentí con cierto cansancio, aunque de piernas no fui mal. Fueron algo más de 20 kilómetros que no sé qué dejan en mis piernas, pero a mi moral aportaron poco.

Definitivamente seguiré buscando ese asidero para así recuperar la fuerza.

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JUEVES 21: QUERIENDO REGENERAR Y LA TESTOSTERONA MANDA

"No me digas que tu cabeza rige tus movimientos porque en muchas ocasiones son tus hormonas y tu orgullo los que te hacen avanzar más rápido de lo que debieras"

Mercedes llevaba parada desde el último entreno de áquel martes en el que para nuestra desgracia se reprodujo, ¡y de qué manera!, su lesión. Las plantillas que tiene encargadas no llegaban (ni han llegado aún a día de hoy) y tratábamos de que la desesperación no tomase el mando. Por mi parte el jueves tan sólo tenía que cerrar la semana, una semana que tendría que valorar como de negativa por lo ocurrido a mi mujer y porque yo no estoy corriendo como quisiera (ni mis piernas se comportan conforme a lo deseado ni mi intención me está satisfaciendo). En cualquier caso no era día para calidad, sino más bien para regenerar y por ello fui al parque a dar unas vueltas de forma suave. Pero había mucho movimiento de corredores allí ese día; concretamente había un grupo de unos 10 colegas, la mayoría del Extenuación Valdepeñas, que se estaban dejando la piel corriendo a un ritmo demasiado alto, en torno a 4 minutos el kilómetro. En una de las ocasiones en las que me crucé con ellos me animaron para que me sumara a la fiesta, pero a mi me dolían las piernas sólo por el hecho de verles correr. Sin embargo unos minutos más tarde me crucé con Javier Araque, que iba bastante más suave y en esta ocasión sí que me me uní, porque tampoco tenía muchas ganas de correr en solitario. Fuimos charlando y casi sin darme cuenta nos vimos corriendo a 4´30´´, ¡otro que me había engañado!. Tras cinco vueltas, que equivalen a 5 kilómetros, cogí el camino de casa y me fui bastante satisfecho, dentro de lo que cabe, aunque de trote regenativo hubo bien poco.

Semana que cerraba con 87 kilómetros, que en cantidad no está mal, pero por lo ya comentado no me quedaba para nada satisfecho.

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jueves, 28 de mayo de 2015

MIÉRCOLES 20: MI CABEZA ANDA DESORDENADA AL IGUAL QUE MI ENTRENO

"El camino no siempre es recto y agradable y aún así avanzamos a través de él"

Se me están pasando por la cabeza ideas negativas. Es como si tocase pasar un tiempo de desmotivación y no quiero. Si los tres-cuatro primeros meses del año fueron muy buenos, este mayo me está trayendo desgana y vista nublada a la hora de ver frente a mi los objetivos marcados. Además, la lesión de Mercedes no ayuda, más al contrario, resta y mucho. El caso es que no sé que es primero si la cabeza y luego el cuerpo o el cuerpo y después la cabeza, el caso es que mis piernas están en estos días cansadas, quizá por la falta de proactividad. Y en esta guisa los entrenos salen como salen: poca planificación y la que hay muchas veces no se cumple. El miércoles tenía sobre el papel interval, e interval hice, pero ¡vaya interval!. Acabe corriendo con cambios de ritmo que iban "desde aquí hasta áquel árbol que se ve a lo lejos", "desde ahí hasta aquel cruce de caminos", etc. Y no va ser de esas sesiones que se queden en mi memoria, desde luego. El circuito de la Vega, como yo bauticé no fue en esta ocasión muy amable conmigo y aunque terminé el entreno sin molestias, es cierto que también lo hice sin buenas sensaciones. Trece kilómetros que eso sí, venían a sumar en una semana que me iba a ir de nuevo cercano a los 90 kilómetros.

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miércoles, 27 de mayo de 2015

MARTES 19: EL POZO DE LAS MISERIAS

En este blog hay días difíciles de olvidar por haber sucedido grandes cosas, pero por desgracia también caben esos días que uno no puede borrar de su memoria aunque quisiera. El martes fue uno de éstos. Nos las prometíamos felices ya que el domingo había resultado un día sin molestias para Mercedes, pero algunas sesiones están ahí agazapadas, te están esperando para asomarse y amargarte la existencia. El caso es que nos fuimos por la Carretera de San Carlos del Valle y viendo que Mercedes llevaba buen ritmo y presumía de no sufrir molestia alguna, cogimos el camino asfaltado que lleva a San Carlos del Valle, con la idea de tomar camino de vuelta allá en el kilómetros 6 y completar algo más de 12 kilómetros. La ida no fue placentera pero debido al viento en contra y a la pendiente positiva, pero el regreso estaba resultando estupendo: pasaba el tiempo y los kilómetros y mi mujer iba contenta, ibamos pensando que estaba superando su problema. Pero cuando quedaban algo menos de 3 kilómetros, en un repecho y sin avisar la cadera le dió un tremendo pinchazo que le dejó impedida para correr. Fue de forma repentina y lo peor resultó que el dolor apenas le dejaba andar. Tuvimos que terminar el entreno andando y a duras penas. Ya en casa apenas podía estirar. No entendiamos como tras más de 1 hora y 10 minutos de entreno sin molestias de repente había ocurrido esto.

Sentimos como si fuera un "volver a empezar". 


LUNES 18: O METO INTENSIDAD EN MIS ENTRENOS O ME DUERMO EN LOS LAURELES

Bonito y curioso dicho ese de "Dormirse en los laureles"; viene a decir: relajarse en exceso en tu camino hacia algo, hasta tal punto que peligre la consecución de ese objetivo. Lo que me llamaba la atención era saber de dónde venía la misma: no me ha costado mucho, unos segundos de búsqueda en google; simplemente viene de la época de la dominación romana, cuando aquellos que eran "laureados" es decir aquellos a quienes se le ponían coronas de laureles en la cabeza por sus éxitos tendían a relajarse e ir perdiendo tales merecimientos.

Pues bien, el lunes sentía que tenía que imprimir una quinta marcha a mis entrenos si no quería caer en esa relajación que estoy temiendo, a la hora de acometer mi reto, mi muralla de Helsinki. Dibujé en el papel un entreno de interval en el Parque Cervantes, a pesar de que sentía las piernas bastante cargadas tras lo que habían sido ni más ni menos que  45 kilómetros de lenta batalla para mis piernas entre el sábado y el domingo. Y es que cuando hablo de relajación no hablo de que no esté entrenando extenso, hablo de que últimamente me estaba fallando la intensidad. Llegué al parque corriendo y dí una vuelta algo más rápida y al comienzo de la segunda empecé con los cambios de unos 600 metros de distancia con 400 metros de recuperación al trote. Estaba bastante cargado y cansado, y pese a sentirme relativamente suelto con mis Mizuno Wave Sayonara, decidí no alargar mucho la sesión y tan sólo hice 4 cambios. De ahí a casa acumulando 8 kilómetros que sin ser la panacea, al menos sumaron y a un ritmo más alto al que venía desarrollando últimamente.

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DOMINGO 17: 12 KILÓMETROS MUY SUAVES CON MERCHE. ATENTOS A SU LESIÓN

El domingo por la tarde de hace casi 10 días (¡menudo retraso llevo en mi cuaderno de bitácoras!), Merche y yo salimos a correr con los dedos de nuestras cuatro manos bien cruzados, esperanzados en conseguir no tener noticias de su lesión. Los días pasan y cada vez se ve más cerca agosto, sin embargo no se ve el final de este túnel que ya comienza a ser demasiado largo. Cogimos rumbo norte, como casi siempre, e hicimos un suave entreno claramente por encima de 6 minutos el kilómetros, para no estresar la zona afectada. Los minutos fueron pasando y mi mujer no se sintió mal. Al final pudimos correr 1 hora y 9 minutos y unos 11 kilómetros y medio. La mejor incidencia es que no hubo serias incidencias, y de esta forma terminábamos esperanzados el fin de semana pensando que si no sobrepasamos un determinado ritmo de carrera poco a poco podría ir superando su problema. La nueva estrategia era: suave y constante vamos haciendo kilómetros.


martes, 26 de mayo de 2015

SABADO 16: DOBLANDO TRAS LA AVENTURA. CON MERCHE EN EL PARQUE

Se ve que 7 horas de entreno no fueron suficientes. Llegó la tarde del sábado y Mercedes tenía mala cara debido a lo mal que se había encontrado el día anterior. Así que le propuse ir a soltar un rato al parque: ella para ver si esto le ayudaba con su cadera y yo para realmente regenerar después del esfuerzo. Nos fuimos en la moto y nos pusimos a dar vueltas a un ritmo muy suave, pero me ví sorprendido notando que me encontraba muy suelto. En cuanto a Merche fue midiendo sensaciones y vigilando que no se le "agarrase" nuevamente el pinchazo en su cadera. A lo tonto a lo tonto hicimos 7 kilómetros que sirvieron para nuestras pretensiones.

Había aprovechado bastante bien el sábado con un entreno largo, en doble sesión, el entreno más largo que jamás hubiera hecho, tan sólo superado por la Madrid Segovia y sus 12 horas.


SÁBADO 16: ENTRENAMIENTO EN GRUPO EN LAS HOCES DEL GUADALMENA

Llevo un retraso considerable en mi pequeño cuaderno de bitácoras, pero es que en estos días no he dado abasto. El sábado pasado, no este, el anterior, tuve la oportunidad de llevar a cabo un exigente entreno con varios miembros del Extenuación Valdepeñas en las Hoces del Río Guadalmena, justo en la frontera entre las provincias de Ciudad Real y Jaén en el extremo suroriental de aquélla.

El viaje de ida: la pequeña emoción de una nueva aventurilla

Tocó madrugar y a eso de la 07:30 partíamos 6 valientes desde Valdepeñas hacia la zona del Campo de Montiel. La logística era un tanto complicada ya que el punto de salida (Ermita de San Cristóbal) no se correspondía con el punto de llegada (Finca los Robledillos), tuvimos que ir a dejar dos coches a la mencionada finca, para luego volver por el camino, pasar nuevamente por Villamanrique, ir a La Puebla donde recogimos al séptimo luchador de la jornada, Miguel Angel, y de ahí hacia Albaladejo para luego llegar a la citada ermita.




Íbamos hospiciados por Paco Rivas, que conocía el recorrido, y nos aseguraba que en su mayor parte apenas había sido transitado por nadie humano, lo cual hacía más interesante la empresa. También íbamos ayudados por Miguel Ángel que también conocía bien muchos de los sitios que íbamos a recorrer. En esta guisa partimos provistos de nuestras mochilas y cargados con agua (algunos con más que otros), ya que a pesar de que fuésemos a seguir el curso del río Guadalmena, el agua de éste no es potable. Ante nosotros 26 kilómetros de orografía complicada, con constantes subidas y bajadas por los montes entre donde discurre el caudal de este afluente del Guadalimar, (a su vez afluente del Guadalquivir).

Desde la Ermita de San Cristóbal hasta la gran parada técnica del segundo molino

Siempre es emocionante realizar este tipo de expediciones, y eso sin caer en la cuenta de que cualquiera que nos vea pueda pensar que estamos locos. Estos pequeños retos nos alegran la vida y no importa el peaje que haya que pagar en forma de calor, cansancio o deshidratación, siempre se quedan en nuestra memoria los paisajes y el disfrute corriendo por terreno casi virgen, y eso sin hablar del placer que supone el hecho de echar un pulso a la naturaleza casi virgen. Ya desde el principio se podía comprobar que rápido lo que es rápido no íbamos a ir porque nuestro tránsito iba a discurrir la mayoría de las veces por sendas medio borradas, trialeras y en muchas ocasiones iríamos por donde la vegetación estuviera menos poblada y no nos impidiera el paso. Al poco de arrancar pudimos disfrutar de lo que quedaba de un antiguo y en su día grandioso puente romano, que nos dejó impresionados sobre todo cuando lo contemplamos desde arriba. En sus extremos se comproban los vestigios de lo que un día fue la calzada romana, instrumento de paso,  por donde los romanos atravesaban Sierra Morena en uno de sus numerosos pasos.

Aquí tenéis unas vistas de la zona que no están sacadas de internet, sino hechas in situ:






Dejamos atrás los vestigio arquitetónicos de nuestros antepasados y seguimos sorteando montículos de pendiente moderada pero ciertamente exigente. Ya en ese momento comprendimos que junto al calor, el principal enemigo que tendríamos en ese día serían unos inesperados invitados: los pinchos; y es el que el campo estaba bastante seco tras el calor que había hecho en los días anteriores, ciertamente inusual para un mes de mayo. La vegetación se había tornado de tonos amarillentos que ganaban la partida al verde y la frondosidad de las plantas provocaban que al hundir nuestro calzado nos llevásemos consigo todo tipo de espinas, pinchos y otro tipo de vegetación afilada que quedaba enganchada en nuestras zapatillas, calcetines y en un montón de ocasiones clavada en nuestra piel. Difícil pensar que algo tan nimio como tres o cuatro pinchos instalados en tus pies puedan suponer tan tremendo castigo. Para mi fue, sin lugar a dudas, lo más duro de toda la sesión.

A cambio de este inconveniente la naturaleza nos estaba regalando unas magnificas vistas, un estupendo y caudoloso río con una serie de sorprendidos habitantes que nos iríamos encontrando por el camino.

En el kilómetro 5 alcanzamos un antiguo molino en el que aún vivía gente, aunque en ese momento no se hayara nadie. Un sitio privilegiado para convivir con el entorno, y el el último lugar donde encontraríamos agua potable. Habíamos necesitado casi 1 hora para realizar este tránsito, debido a las dificultades orográficas, a las paradas técnicas, en muchas ocasiones para quitarnos los calcetines y realizar una "desinfección vegetal" de los mismos.

Quitandose pinchos...



Un poco de sombra...




Y a seguir...



































Paco Rivas posando contento



Y un momento de parada técnica....




Comenzamos a ver torpes tortugas que nos esperaban tumbadas al sol y que al oir nuestra presencia saltaban de forma precipitada al agua. Y pronto empezaron a dejarse ver corzos, cabras montesas y ciervos que habían bajado desde las colinas a beber agua. Podíamos deleintarnos viendo como nos miraban con la expectativa de quien huele peligro y a cualquier hamago de movimiento por nuestra parte huían de salto en salto hacia refugio allá en lo alto.

En el kilómetro 8 alcanzamos el segundo molino, de nuevo una construcción no abandonada que en esta ocasión contaba con un pequeño porche de madera donde hicimos otra parada más para tomarnos otro merecido descanso.



Desde el molino hasta nuestro inusitado baño en el río.


En este momento dejábamos atrás aquella casa...


Seguimos avanzando a lo largo del recorrido pero sin estar sujetos a la planificación, tan sólo había que continuar el curso del río y sobre la marcha se decidía si para seguir subíamos la loma X que teníamos delante o si en cambio, bordeábamos por el paraje Y que iba pegados a la orilla. A veces nos encontrábamos con alguna dificultad que nos obligaba a dar marcha atrás, incluso alguna valla que había que rodear, o incluso saltar, como acabó ocurriendo en alguna ocasión.

Ejemplo de "salto de vallas" por parte de Miguel Angel.




Pero casi siempre las vistas y el paraje te hacían sentir bien, en un lugar privilegiado que nadie diría que está tan cerca de nuestra seca meseta manchega.




En algunas partes el cauce se ensanchaba dejando una bonita estampa, y todo pese a que en esta época del año y tras no haber llovido lo suficiente el nivel del agua no estaba lo alto que podría encontrarse en otras circunstancias.





En otras el cauce zigzageaba en forma de meandros





Por momentos la cosa se puso más difícil, con zonas de avance más dificultoso y el calor nos obligaba ya a refrescarnos en alguna que otra parada.




Y aquí en una de las paradas técnicas. Se me ve cara de satisfacción..





Y un humilde servidor mojándose el pañuelo para ir más fresquito.




Ahí nos encontramos disfrutando del momento buscando carpas o tortugas o cualquier animal nadador...



Y aquí no puedo ocultar que me encuentro contento...




A unos 3 kilómetros de la zona donde comienza la cola del pantano de Guadalmena, las dificultades comenzaron a multiplicarse, aumentadas por el cansancio de llevar casi 4 horas en marcha.




Aquí tratando de decidir por dónde ir...




Contento pero también acalorado...









David y unos rápidos.





Pero siempre acompañados por las vistas del rio...



Joaquín era de los que no se había traído suficiente agua, y jugaba con el líquido preciado sabiendo que no podía beber a riesgo de tener una tremenda colitis.




Entre pinchos y agua andaba el juego...





Pero casi siempre la naturaleza nos devolvía vistas estupendas pagándonos por el esfuerzo realizado para llegar hasta allí.











He aquí en un momento difícil.



Por fin llegamos a la cola del pantano...




Al final, tras unas cinco horas de esfuerzo, y sorteas zonas muy frondosas llegamos a la zona donde había que cruzar un afluente del Guadalmena y aprovecharnos para darnos un buen y reparador chapuzón.












Último tramo: desde el baño reparador hasta los coches

Tras el baño llevábamos unas 6 horas en ruta y quedaban unos 7 kilómetros de pista casi siempre en pendiente positiva hasta llegar a la finca del Robledillo. Para no rodear e ir de forma más directa tuvimos que saltar, no sin esfuerzo, una valla de una finca privada y cogimos el camino que nos iba a alejar del río para adentrarnos en una cadena de cerros en una zona bastante más alta que la que habíamos estado trayendo. El calor hacía ya mella y la mayoría de nosotros ya no llevábamos agua, como era mi caso. Pero había rellenado mis dos botellitas con agua del río con el fin de irme refrescando. El caso es que alguno de los integrantes del grupo estaba ya bastante tocado y por ello se tomó la decisión de llamar a un familiar de Miguel Angel para que se acercase a recoger a nuestro compañero. El problema era que no había cobertura, así que Miguel Angel y un servidor tomamos la delantera con el fin de ganar tiempo y poder hacer esa llamada que resultaba imposible en la zona donde nos encontrábamos. Esta parte fue más rápida ya que ambos cogimos ritmo, pero también fue dura porque la pendiente no nos perdonaba, y tampoco lo hacían el calor y la deshidratación. Tras unos 3 kilómetros de subida, Miguel Angel volvió a llamar y en esta ocasión si consiguió contactar: su cuñado se acercaría con el todo terreno para llevarnos agua y ayudar a ese compañero que estaba algo peor que los demás. Tras la llamada seguimos avanzando hacia los coches hasta que a falta de 1 kilómetro para llegar a nuestro destino vimos aparecer el "Patrol". Fue regocijante poder beber agua fresquita y la verdad es que fue todo un alivio. Miguel Angel regresó con su cuñado en el coche hacia atrás y yo tiré hacia mi coche, ya que tenía prisa.

Alcancé el coche a las 16:10 horas casi 7 horas después del inicio de esta aventurilla. El viaje de regreso fue rápido pero estaba tan deshidratado que paré en algún pueblo en busca de una fuente que en dos ocasiones hallé pero sin agua. 

Esta aventura se ha traducido en 26 kilómetros bien duros, expuestos al calor, con bastantes cuestas y llenos de dificultades que sin duda nos hacen más duros. Al llegar a casa, ya en el baño, estuve un buen rato quitándome espinas clavadas en los dedos; los calcetines para tirarlos y las zapas para darles un buen fregado.