RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 29 de julio de 2015

SÁBADO 24: TIRADAS ULTRAS O CASI ULTRAS





























El verano pasado, en mi preparación para mi segunda Madrid-Segovia tomé por costumbre realizar una tirada de más de 35 kilómetros cada sábado durante muchas semanas. Hubieron tiradas ultra, de más de 42 kilómetros e incluso llegué a correr tres sábados por encima de los 50 kilómetros, estableciendo mi récord en algo más de 53. Lo cierto es que una vez que uno se acostumbraba la cosa no era tan complicada: había que madrugar mucho para disfrutar el fresco de esas horas y evitar llegar con altas temperaturas. Quizá todo eso me permitió disfrutar de una Madrid-Segovia inolvidable para mi desde el principio hasta el final. Este año viene siendo distinto; tengo de nuevo la Madrid-Segovia pero no estoy tan centrado en su entrenamiento. He de decir que los mayores esfuerzos los realicé el año pasado en el mes de agosto, por lo que todavía tengo margen, pero es que sé que me va a costar repetir lo hecho el año pasado. En cualquier caso el sábado pasado tenía ganas de lavar el mal sabor de boca dejado por la floja semana anterior así que proyecté una tirada de algo menos de 43 kilómetros, con la duda de cómo se desarrollaría. No madrugué, al menos no lo suficiente, y me ví con mi mochila, con agua, barritas, sales, etc, saliendo por umbral de la puerta de casa a las 08:00 horas.

La ruta era distinta a la de otras veces: cogería caminos que irían hacia el noroeste discurriendo entre Sierra Prieta y la Carretera de Daimiel, acabaría cruzando ésta última y seguiría por caminos que me llevarían hacia Consolación, una pedanía situada en el kilómetro 184 de la AIV. Respostaría en la fuente del parque y cogería un camino hacia el noreste que me llevaría hasta el carreterín asfaltado que une Membrilla con la Carretera de La Solana, para llegar hasta esta carretera, recorrer otros pocos kilómetros hasta el Peral, repostar y para casa.

Nada más salir noté una tremenda carga en mi zona pélvica y los adductores, lo cual me preocupó, ya que había descansado el viernes y la semana había ido suave, sin embargo apenas podia correr sin dolor. Aún así hice de eso "tripas corazón" y me dediqué a no pensar e ir escuchando cada una de las canciones elegida en mi mp3. El Garmin me iba marcando la ruta para no equivocarme y fue deseando que los kilómetros fueran pasando para que no se me hiciera eterno. Llegados al kilómetros 7-8 la cosa fue mejorando un poco, los ritmos iban ya siendo claramente por debajo de 6´e iba bajando la media sin mayores problemas. Crucé la carretera de Daimiel y continué por un camino que cada vez estaba más difuminado hasta el momento en el que me quedé sin camino por donde correr: ¡pues vaya gracia!. El Garmin me decía que tenía que continuar por la siembra y la lógica me decía que tenía que desviar la ruta, así que corrí sobre mis pasos y cogí un camino hacia el este que me esperaba me llevase hacia la autovía, pero mucho más hacia el sur de donde se encuentra Consolación. Tuve suerte porque fui a dar con el camino que cruza la vía ferroviaria por uno de los escasos puentes que hay en la zona, y desde ahí llegué a la vía de servicio de la margen izquierda a la altura del kilómetro 191. ¡Madre mía!, estaba bastante cansado y tan sólo llevaba 14 kilómetros. Me quedaban al menos 7 kilómetros de aburrida vía en recta para llegar a la pedanía mencionada y por un momento estuve tentado a subir el puente de la autovía y regresar a casa (estaba a unos 9 kilómetros de Valdepeñas). Pero continué, soportando los pinchazos y molestias en el pubis y realizando un esfuerzo de dudosa e incierta recompensa. Como todo llega, acabe alcanzando el puente que subía la autovía ya en las inmediaciones de Villanueva de Franco, que así se llamaba antes ese núcleo urbano, pero por razones obvias le fue cambiado el nombre. Llegué al parque que había visionado en internet, llegué a la fuente que me tendría que surtir de agua, pero de allí no manaba nada. Tuve que atravesar el pueblecito e ir por la vía de servicio más hacia el norte hasta la gasolinera donde a veces reposto cuando voy a trabajar. Allí me refresqué con agua caliente, mezclé la isotónica dejándola sólo en una de las dos botellas y llené la vacía con agua para echármela por encima en lo que iba a ser una vuelta antalógica (cansado, dolorido y con mucho calor). Llevaba unos 22 kilómetros y me quedaban otros 20, tenía que buscar el camino que me llevase al carreterín de Membrilla y me costó encontrar el que yo creía que era; mi Garmin no me anunciaba ya nada, hacía tiempo que había perdido la ruta, así que corrí por el mismo hasta que medio kilómetros más allá descubrí que terminaba en una finca, así que me tocó regresar sobre mis pasos y seguir buscando el camino. Acabé harto de la búsqueda así que decicí coger el camino que sabía que me llevaría al Camino de Membrilla, que discurre casi siempre en paralelo a la autovía AIV. Me encontraba regular y apenas corría brisa con lo que el calor era el remate a la jugada, la puntilla; pero..., me he ido curtiendo a través de sufrir situaciones como esta, y en el proceso he aprendido que el cuerpo suele llegar bastante más lejos de lo que la mente te dice. Fui siguiendo el camino principal y no me dí cuenta  que el que acabe siguiendo no era el de Membrilla sino otro también paralelo y más cercano a la AIV. Ese tramo fue el más duro por el calor, pero sabía que tenía que llegar a la gasolinera Shell del 191 donde recargaría agua, y así fue, allí me empapé todo lo mejor que pude, recambié el agua y con más de 30 kilómetros encima reinicié la marcha para sentir un agarrotamiento y dolor considerables en mi cintura. Menos mal que al par de minutos la cosa se fue regularizando y pude ir por la vía de servicio ya más cómodo, y también más fresquito. De ahí a casa poco que reseñar, no se me hizo demasiado duro. Completé 39 kilómetros en 6´pelados de media, eso sí, sumándole al menos 7 minutos en los que estuve parado y garmin siguió midiendo tiempo. 

Uno se queda con una doble sensación contrapuesta: por un lado contento porque había logrado realizar una tirada de esas largas y duras; por otro bastante contrariado e impotente por el malestar físico y las molestias.




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