RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 6 de septiembre de 2015

SÁBADO 22: 41 KILÓMETROS EN LINARES

SEMANA DEL 22 AL 28 DE AGOSTO: tratando de sentirme ultrafondista

El sábado 22 amanecí en Linares. Habíamos hecho noche allí y no me cabía más remedio que plantear una tirada larga allí mismo. Me marqué un circuito en la wikiloc, este que se ve:
















Había que tirar hacia el Pantano de La Fernandina y llegando al mismo coger dirección Oeste hacia Guarroman. Pasar por este pueblo, recargar las pilas en la gasolinera y vuelta a Linares, en gran parte por la carretera que une ambas poblaciones. Iba a hacer calor, así que me proveí de una botellita de agua y otra de isotónico y cargada la ruta en el Garmin, le dí a "iniciar ruta". No necesité más de 4 kilómetros para tener el primer problema: llego a una valla que atraviesa el camino público. Afortunadamente hay un hombre con el trabajando dentro que me dice que haga un rodeo por la valla y encontraré nuevamente el camino; eso hago. Alcanzo la carretera que circunvala por el norte y me cuesta seguir la ruta, pero finalmente encuentro el camino; aún así no voy redondo, el ritmo es cansino y el pubis me va molestando. Alcanzo la carretera que me ha de llevar al pantano, y las cuestas no ayudan pero avanzo. Además el calor se suma a la fiesta, ¡va a costar!. Continuo y continuo por la larga carreterita hasta que llego al cruce que lleva a la derecha al pantano, yo tengo que coger a la izquierda. Los siguientes kilómetros son por caminos con menos vegetación, atravieso zona en la que hay un montón de cazadores cazando conejos, pero hay suerte y no me confunden con uno; zona de lomas de sube y baja y tomo la carreterita que me ha de llevar a Guarromán; ya llevo más de 20 kilómetros pero las piernas van como si llevase 40. No necesito mucho para perderme: el aparato me indica que gire a la izquierda pero no hay ningún camino ahí; está claro que he marcado mal el recorrido; sin embargo tras andar perdido unos minutos al final tras salirme de la carretera acabo volviendo a la misma, porque no me debía haber desviado de esa vía. Más calor, más cansancio y me pregunto qué demonios estoy haciendo ahí machacándome, con ese dolor que llevo en el pubis, pero entre pregunta ya veo Guarromán en el horizonte. Alcanzo dicha población y la atravieso hasta llegar a la gasolinera, pero no hay agua fría, más bien templada tirando a caliente. Lleno la botellita y al arrancar practicamente no puedo avanzar, estoy entablillado. Cojo la carretera hacia Linares, marca el cartel 10 kilómetros, pero sé que me faltan unos 13 porque no iré derecho. Los siguientes 8 kilómetros son bastante duros porque para empeorar un poco más la sesión siento un profundo dolor en el dedo pequeño del pie derecho, como si lo tuviese roto, pero sé que no se trata de eso porque no me he dado ningún golpe; así que aprieto los dientes, capeo las tremendas cuestas que hay y así, bregando y bregando, alcanzo el camino que sale a la izquierda, ya justo cuando veo Linares a dos kilómetros. El terreno irregular machaca nuevamente el pubis, y no digamos nada de mi dedo y del calor. Sólo quiero llegar, así que aguanto y aguanto y acabo apareciendo en la Ermita de la Virgen de Linarejos, donde me casé hace 13 años y medio. Lo mejor del entreno llega cuando paro en una fuente y cuando le doy botón sale un chorro de agua fresquita, de ahí hasta casa de mis suegros no tiene más historia, salvo por la carga que soporto en piernas y cintura. Algo más de 41 kilómetros que me dejan tocado mentalmente de cara al reto de la MS, pero no cabe más que pelear.

Los tiempos no son gran cosa: ritmo medio 6´14´´, pero he de tener en cuenta que en algunas ocasiones paré el Garmin cuando yo me detenía en otras no. El ritmo en movimiento es de 6´11´´ que tampoco es para tirar cohetes. Circuito con casi 450 metros de altura ganada y mucho calor. Así que digamos que lo mejor es que sufrí y esto siempre te hace más fuerte.

Tras darme un baño de agua fría en la piscina siento que el dedo me va a estallar. Lo reviso y no veo nada raro en él; eso sí, cuando palpo la uña veo las estrellas. Tras bregar y bregar descubro el problema: una ampolla sin líquido dentro en la yema ha separado la uña de la carne. Básicamente hay que tirar con unas tenacitas de la ampolla y saldrá toda la piel junto con toda la uña. Eso hago, y el peor momento lo paso cuando me echan Betadine, ¡para morirme!. Ya tengo una una menos.



 


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