RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

domingo, 6 de septiembre de 2015

SÁBADO 29: CASI 48 KILÓMETROS LUCHANDO CON EL CALOR















El sábado 29 de agosto era para mi importante: la última oportunidad para lograr coger confianza de cara a la Madrid-Segovia. 102 kilómetros son demasiados para alguien que no se dedica exclusivamente al ultrafondo, por lo que es de recibo sentir dudas, y en este caso las mías no son infundadas. Tenía previsto darme un madrugón, y lo hice: me levanté a las 5 de la mañana. Subí a cargar música de ACDC, hasta 50 canciones, para que no me faltara ritmo. El circuito era un viejo conocido: atravesar la Sierra que hay entre Valdepeñas y Moral de Calatrava y regresar por caminos paralelos a la carretera. Dos botellitas, gominolas, alguna barrita, sales minerales y pastillas de aminoácidos (masticables), ese era mi arsenal. Finalmente salí unos minutos antes de las 7 de la mañana y desde el comienzo las sensaciones fueron mejores que las de la última tirada larga del sábado anterior, pese a que el pubis no me deja tranquilo. Ritmo constante, sin grandes alardes, algo más lento de lo que me gustaría, muchos kilómetros algo por encima de 6´, alguno sí por debajo. Llegué a la zona de la sierra y comencé a pasarlo menos bien con las irregularidades del terreno. En mis pies llevaba zapatillas de estreno: las NB MT1200 Leadville V2, y cierto es que son muy cómodas, pero no lo suficiente como para quitarme las molestias de mi cintura. No iba sufriendo, la temperatura no era muy alta y todo fue desarrollándose según lo previsto. Bajé la sierra bastante entero y llegué a la gasolinera de Moral de Calatrava con más de 27 kilómetros recorridos. El plátano que había echado había puesto perdido el interior de la bolsa, debido al calor, pero afortunadamente los 5 euros que había dentro sirvieron para comprar una botella de litro y medio de agua fría. Rellene una de las botellitas, me bebí el resto y salí pitando, eso sí, costándome arrancar debido a mi pubalgia. Quedaba la parte peor, unos 20 kilómetros ya cuando el sol pega y ese día pegaba. Sin embargo, por alguna razón que desconozco, las malas sensaciones no aparecieron. Capeé el calor y avancé cada vez con más ritmo, bajando la mayoría de las ocasiones de 5´50´´ el kilómetro lo que me fue permitiendo bajar la media. Al final casi 48 kilómetros a una media de 6´01´´, un oasis entre tanto desierto. Llegué bastante bien de piernas y pude estirar en casa sin problemas. La pubalgia remitió bastante en los últimos kilómetros.


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