RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 28 de noviembre de 2015

MIÉRCOLES 25: UN MARATONIANO QUE TRATA DE ESCAPAR DE ESA JAULA




Las jaulas muchas veces las fabricamos nosotros mismos sin darnos cuenta y luego pasa lo que pasa, que no sabemos salir de ellas. ¡Pobres ratoncillos domésticos que estamos hechos!. A veces costumbristas, a veces cobardes, otras acomodados y otras despitados, y mientras tanto se nos está yendo la vida....

Mi jaula no mide mucho; no es lo suficientemente ancha como para hacerme sentir libre, pero tampoco es lo suficientemente estrecha para sentirme preso de ella. Eso hace que provoque en mi una doble y contrapuesta sensación: falta de libertad y a su vez comodidad. ¿Para que voy a tratar de morder los barrotes si apenas me molestan?; y mientras que no lo pienso sigo allí. Ya se me ha olvidado cuando fruto de mi inconformismo supe lo que era volar...

El miércoles decidí darle un mordisquito a uno de los fríos hierros que me rodean, y así sentir que hago algo más que seguir allí agazapado. La verdad es que cuesta, porque luchar contra ese estado de calma supone romper la misma, pasa a sentir el dolor y sobre todo notar el frío que nos devuelve ese esfuerzo necesario para comenzar a cambiar las cosas.

Había que mover esas piernas que tanto me cuesta mover ultimamente, había que notar las molestias que tanto me fastidian, pero sobre todo había que volver a probar. Para ello que mejor que grabar en mi cabeza un pensamiento "nada se va a romper, nada va empeorar más, sólo puede mejorar, pero para que lo haga hay que hacer esto". Así fue como al igual que como ocurrió el lunes me tocó ponerme en ritmos que otrora hubieran sido ridículos pero que en los días que corren suponen acercarme al sufrimiento. Corrí por la vía de servicio de la AIV costándome más de la cuenta esa cuesta, válgame la redundancia, luego en la bajada aunque traté de apretar mucho mi intento se quedó en un aumento discreto de cadencia que me trajo consigo esos pequeños dolorcillos púbicos que esa noche fresca de otoño había decidido soportar con buena actitud cristiana, a pesar de ser demasiado agnóstico. Crucé el Camino de Membrilla y el rodar me regaló algo de "mejores sensaciones", pero corren malos tiempos y habrá que revolverse mucho en esta pequeña cárcel para que finalmente se abra la cancela. Continué por los caminos de Dios, de ese Dios al que hace tiempo que le dí la espalda y que él sabe corresponderme con la más absoluta indiferencia, y conseguí  alcanzar aquel camino que pasa por detrás del aerodromo y me lleva derecho a casa, directo a aquel sitio que una vez alcanzado me hará sentir mucho mejor. Y como siempre, pasaron los minutos y había conseguido atravesar mi puerta para poder sentir la calidez de mi hogar. Tras los muy necesarios pero últimamente tan olvidados estiramientos me senté para reflexionar sobre qué nota merecía este examen: pensé que debería ponerme un sobresaliente, aunque quizá sin ser muy merecedor de no catear a tenor del ritmo llevado: 55 minutos para 11,1 kilómetros, o lo que es lo mismo, a duras penas con un ritmo medio por debajo de 5´, pero me ¡qué demonios!, me evaluo con la mejor nota que haya, que si no no va a haber forma de romper estos malditos barrotes.


2 comentarios :

  1. Sólo nosotros podemos valorar lo que supone volver a encontrarse con lo que queremos..ánimo, puedes.Un abrazo

    ResponderEliminar