Aquel lunes, tras la resaca trailera de Onil del domingo tocaba salir a realizar una salida suave. Hacía calor y no fui muy lejos. Pronto sentí que las yemas de los dedos gordos me ardían, y no necesité mucho para saber qué ocurría: ampollas. Me hubiera gustado hacérmelas corriendo por la playa, pero la montaña se disfruta muy mucho.
La salida no dio para mucho: 8 kilómetros que sumaban poco.
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