No habían transcurrido ni 15 horas cuando me puse en marcha de nuevo, con una sonrisa en la cara pensando que el entreno del sábado iba a ser como el del día anterior. Sentía que las piernas me bullían así que a pesar de la hora algo intempestiva para la época del año, las 12 del mediodía, intuía que iba a salir una magnifica sesión. Empecé suave con la idea de coger ritmo, dirección al Paraje del Peral en mi circuito de "La Vega", sin embargo no iba tan cómodo como el día anterior, así que pensé que era normal que fuese menos suelto y algo más cargado tras la intensidad desplegada unas horas antes, pero lo que no me esperaba es que ya regresando por el Camino del Peral comenzase a cargarse a lo bestia mi cintura, sobre todo la cadera, y me irradiase un dolor punzante que bajaba por el cuadricep. Para colmo la espalda también comenzó a molestar hasta el extremo que tuve que parar a estirar hasta en dos ocasiones. Tanto es así que los últimos tres kilómetros se convirtieron en un pequeño suplicio, y todas las alegrias surgidas unas horas antes se convirtieron en negros nubarrones con aparato eléctrico.
Al llegar a casa solté un taco hacia el divino que espero que si existe me perdone, primero por no creer en él y segundo por insultarle. Salieron unos 14 kilómetros debidos al rodeo inicial.
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