RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 15 de septiembre de 2016

MIÉRCOLES 8: DÍAS DE BREGA Y CORRIENDO, PERO EL VIERNES....

Escribo estas líneas hoy jueves día 15, el día en el que termino el curso que comencé a primeros de abril y que tantos sacrificios me ha supuesto. Los miércoles han sido días duros, al igual que los lunes y los jueves, así que no lo iba a ser menos el miércoles de la semana pasada. Tocó madrugar tras el tute de doblaje del martes, y la verdad es que me sentí bien cuando me vi con las zapas puestas dispuesto a corretear. Subí el Cerro del Ángel campo a través y noté que me sentía agotado, bajé por el carreterín y cogí la vía de servicio para en seguida tomar el camino de la derecha que me bordea el cerro. Bajé suave por el terreno labrado, que me sirve para fortalecer tobillos y cogí el camino para terminar la sesión fulminando los últimos tres kilómetros de asfalto del Camino de Membrilla. No fue un gran entreno, pero fue de esos que te hacen sentir bien porque los haces cuando realmente cuesta hacerlos, cuando no tienes tiempo y estás agotado. Fueron unos 10 kilómetros que sumaban requetebién a lo que llevaba de semana, pero aún quedaba lo peor: la manera en la que terminé la semana. El estrés del miércoles me dejó deshecho, tanto que no pude madrugar el jueves y decidí no correr al mediodía, así que decidí no correr; esto no estaba en el guión pero no importaba, haciendo un buen entreno el viernes salvaría la semana. Sin embargo el viernes al regresar del trabajo tenía la cabeza demasiado llena de problemas y aunque me vestí para la ocasión y salí a correr hice algo que no recordaba en toda esta última etapa como corredor: salir a correr y decidir un minuto después que no quería correr, así que di una vuelta a la manzana de aproximadamente un kilómetro, que se me hizo eterna debido a la desmotivación que me invadía y me recogí en casa.

Ni que decir que este episodio me hizo sentir muy mal las siguientes horas. Y esto me ocurrió sin sentir molestias físicas que minaran mi cabeza.

Había cerrado una semana que pese a sus sombras también había tenido sus luces, aunque más de lo primero que de lo segundo. Un total de 77 kilómetros demasiado irregulares.



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