RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 1 de septiembre de 2016

SÁBADO 27: 34,5 KILÓMETROS MUY SUFRIDOS PARA MERCEDES Y CON LINCE INCLUIDO

Tras el descanso del viernes (nos fuimos de vinillos), habíamos cerrado una semana muy floja, Merche con apenas 48 kilómetros y yo con unos insulsos 67. Sabíamos que en septiembre había que ponernos bien las pilas porque el Doñana Trail está a la vuelta de la esquina. Todo hay que decirlo, le había prometido a mi mujer semanas atrás que en la segunda quincena de agosto no habrían más tiradas largas y claramente la había engañado ya que el domingo 21 habíamos hecho 28 kilómetros en Linares y esta entrada ya es en sí misma la crónica de una macrotirada.

El caso es que coinciciendo con el hecho de que la wikiloc ya me volvía a permitir descargar rutas al garmin, me procuré una rutilla para hacer una tirada el sábado, pero pronto me sentí huérfano así que consulté a Merche si estaba dispuesta a hacer una buena cantidad de kilómetros conmigo, y no me sorprendí mucho cuando asintió con su cabecita.

Tratamos de madrugar y a eso de las 8 menos cuarto de la mañana salíamos de casa para realizar un circuito muy similar al que semanas antes habíamos hecho con el Pozo de la Serna por punto intermedio (en aquella ocasión casi 33 kilómetros). Como novedad respecto a aquel había invertido el sentido de la marcha comenzando por el Camino de Don Bernardo para luego acabar tomando caminos más secundarios y llegar al municipio vecino. También había modificado un poco la vuelta para no hacerla tan monótona por el Camino de Ruidera.













Ya desde el comienzo, y pese a que dejé exenta de llevar peso a mi mujer, noté que la cosa no funcionaba bien, no iba cómoda, se sentía cansada, pesada, y por experiencias pasadas ya sé lo que eso supone, gran sufrimiento. En cualquier caso decidió no quejarse mucho y lo único en lo que más se notó fue en la imposibilidad manifiesta por su parte de llevar un ritmo constante. Cogimos el Camino de Don Bernardo y avanzamos con la dificultad que uno se encuentra cuando las cosas no ruedan bien, pero en cualquier caso la distancia se unió al  tiempo en su irremediable avanzar; al menos hacía fresquito, mucho más que en la semana anterior en Linares cuando por no madrugar pasamos una auténtica travesía por el desierto. 

La anécdota, o más que anécdota diría yo el acontecimiento, ocurrió cuando a unos 8 kilómetros del pueblo, en un cercado donde había gallinas pudimos ver a un extraño gato. En seguida comentamos ambos que parecía un gato montés, y pensé que en cuanto pudiera miraría en internet para ver si había de esa especie en la zona, y ahí se quedó la cosa... LLegamos al pinar que hay un poco antes del kilómetro 10, bajamos por el mismo y alcanzamos el cruce de caminos para elegir la vía que nos derivaría hacia la zona donde queríamos ir, y no, por ejemplo, a San Carlos del Valle, otra de las posibilidades. Por momentos Merche quiso coger un poco de ritmo y sentirse mejor, aunque no terminó de conseguirlo. Decir que apenas íbamos haciendo miniparadas y el ritmo medio no era malo del todo, aproximadamente 6´45´´ de media, incluyendo paradas. En el 12 tocó correr por un camino más irregular si hablamos del terreno y con pequeñas subidas y bajadas y fue ahí donde Merche comenzó a acusar su mal día. Fueron más de tres y medio kilómetros muy malos en los que el colofón se alcanzó al llegar al cruce de la carretera que une San Carlos del Valle con Pozo de la Serna. Fue allí donde Mercedes se paró y me dijo que no podía más. "Mercedes, quedan aún 20 kilómeros, tómate esto como el entrenamiento del sufrimiento, ya que puede que te veas así en el Doñana Trail". Le dí una pastilla de BCAA, se tomó otra media barrita y siguió corriendo por inercia, hasta que dando un pequeño rodeo llegamos a la fuente de agua que nos esperaba en Pozo de la Serna. Llevábamos 17 kilómetros y medio, justo en la mitad del recorrido, pero veía complicado lo de recuperar a mi mujer para que terminásemos con buen fin la tirada. Por un momento hasta nos planteamos el que ella se quedara allí y me esperara a que yo fueseal pueblo y la recogiera con el coche para volver a buscarla. Pero el agua siempre ayuda, a veces hace milagros. Tras beber, refrescarse, comer otro poco y descansar unos 10 minutos, reanudamos la marcha con otro ánimo, aunque no con más fuerzas con las mismas pocas fuerzas con las que habíamos parado. El caso es que fuimos dejando atrás ese pueblo y sólo por el hecho sentir que estábamos de regreso, acercándonos poco a poco a nuestro destino, supongo que obtendría ánimos. El caso es que le fue cambiando poco a poco la cara, fue acumulando kilómetros y en esa guisa me fui sintiendo cada vez más optimista.

Eso sí, la media había quedado destrozada con el parón, en casi 7´30´´, y aunque fuimos reduciéndola poco a poco, bien sabía que esa sesión no iba a ser la más rápida, pero quizá sí una buena experiencia. En el 26 y poco dejamos el Camino de Ruidera (esto era un pequeño cambio planificado en el recorrido hecho semanas antes) y cogimos un camino que nos llevaría a la Carretera de Cózar. El calor ya era considerable, pero pese a todo Merche ya iba 100% adaptada a las circunstancias y sin quejarse, haciendo kilómetros incluso por debajo de 6´30´´ pese al cansancio acumulado. En el 30,5 alcanzamos la mencionada carretera y de ahí ya directos a casa. Aún hubo que subir la corta pero pronunciada cuesta que nos llevaba a la Carretera de San Carlos del Valle en la salida del pueblo, pero ya estaba todo el pescado vendido. Por fin llegamos a nuestro hogar con 34,5 kilómetros recorridos a un ritmo medio de 7´20´´, en un entreno que a buen seguro Merche no olvidará para lo bueno o lo malo.

Horas después entré en google para comprobar si los gatos monteses formaban parte de la fauna de nuestro término municipal, y efectivamente así era. Pero cual fue muy sorpresa al descubrir que comparando la fisonomía de un gato montés con un gato doméstico, las diferencias no son muchas, sin embargo el animal que habíamos visto tenía la cola muy muy corta y redonda, como una bolita, además, era sensiblemente más grande que un gato. "Mercedes, ¿no se trataría de un lince?". No hay linces en nuestra zona que yo sepa. Así que me puse a investigar y mire usted por donde que sí, sí que hay, tras el programa de LIFE IBERLINCE  http://www.iberlince.eu/index.php/esp/ desde 2014 vienen introduciendo linces en nuestra zona (Sierra Morena Oriental), de hecho en la zona de Torre de Juan Abad, a unos 20 kilómetros de donde vimos a aquel animal, encontraron muertos dos linces hace tres años, pero se estima que en la zona puede haber en torno a unos 18 linces e incluso hay camadas recientes que hacen ser optimistas en cuanto al futuro de este animal. Por tanto, llegamos a la conclusión de que aquello era un lince que trataba de sobrevivir comiendo gallinas, no muy lejos de donde fue introducido (pueden tener una zona de influencia equivalente a 50 kilómetros de radio).

Por desgracia no cuento fotos de esta aventura, ni mucho menos echamos foto alguna a aquel lince, pero se nos quedará para el recuerdo aquella estampa













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