RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 14 de noviembre de 2016

DOMINGO 13: MENOS MAL QUE LA COSA FUE A MEJOR

El domingo por la mañana hacía un día soleado y fresquito, de esos que uno no sabe si ir en manga corta expuesto a pasar algo de frío o por el contrario llevar camiseta interior y sudar de más. Opté por lo primero y no me arrepentí. Cogí el Camino del Peral y desde el comienzo me sentí suelto. Mi intención era realizar un entreno suave y tratar de olvidar lo ocurrido el día anterior, pero conforme hube calentado el cuerpo me fue pidiendo imprimir cada vez mejor ritmo, y eso hice. Afortunadamente las sensaciones fueron creciendo y la sesión fue derivando hacia una de esas en las que las cosas funcionan. Atravesé el Camino de Membrilla y tomé el camino que cruza los Cerros de la Aguzadera soltando zancada pero sin forzar de más, quería aprovechar un rodaje largo hecho a ritmo constante, claramente por debajo de 5´el kilómetro, lo necesitaba. Bajé hasta la Avenida de las Tinajas y tomé de nuevo la vía de servicio para ir al Parque Cervantes y de ahí a casa, siempre yendo con buenas sensaciones y sin molestias, ni digestivas ni musculares. Pude parar en la puerta de mi hogar con la sensación de que lo del sábado había sido un accidente y que con el entreno recién hecho había borrado del mapa las malas sensaciones y el mal fario del día anterior. 13,65 kilómetros, esta creo que es la fórmula para ir cogiendo confianza.


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