RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 14 de enero de 2017

MIÉRCOLES 11: YENDO AL GIMNASIO PARA SENTIRME EN MOVIMIENTO

La experiencia del martes había sido sólo a medias positiva, pero la verdad es que el miércoles sentí una considerable mejoría, la zona no me dolía al tacto y el hematoma seguía sin salir, por lo que se iban retrasando los malos presagios. Así que esperé a que Merche saliera del trabajo y nos fuimos al gimnasio. La sesión estuvo bien: primero elíptica que me dejó las piernas muy cargadas y eso que sólo trabajé a algo menos de 100 vatios durante 20 minutos; afortunadamente nada de dolor ni molestias realizando ese ejercicio. Merche hizo lo propio, y tras esto yo me fui a la bicicleta tumbada y ella se fue a la cinta. En la bici estuve otros 20 minutos en los que fui aumentando paulatinamente el nivel y me sentí más cómodo que en el anterior aparato. Se puede decir que entre el trote de ida y vuelta al gimnasio más las distancias hechas en los dos ejercicios terminé realizando el equivalente a 10 kilómetros. Lo mejor vino al final cuando Merche fue aumentando el ritmo en la cinta y acabó a una velocidad de 12,4 kilómetros/hora, claramente por debajo de 5´el kilómetro. Realizó una distancia equivalente similar a la mía.

Ya en casa volví a pasarme el rulo y a estirar y terminé mucho más contento que en la sesión del día anterior. Estaba haciendo más cosas de las que había pensado hacer cuando me encontraba tan maltrecho el domingo.


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