RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

jueves, 5 de enero de 2017

SÁBADO 31: CORRIENDO A -10º EN SORIA

El viernes 30 salimos a eso del mediodía dirección a Soria capital, donde íbamos a pasar el Fin de Año. Tuvimos que parar en algún punto de la autovía A2 pasada ya Guadalajara y tras una reponedora comida al lado de una acogedora chimenea reanudamos el viaje. Llegamos a eso de las 17 horas a la capital soriana y poco tiempo nos dio a hacer muchas cosas; el hotel, Hotel Cadosa, estaba a unos 4 kilómetros de la ciudad en la nacional que une Soria con Zaragoza y una vez hechos el check in y dejadas las maletas nos fuimos a dar una vuelta por esa ciudad a "orillas del Duero". Mucho frío el que nos esperaba pero pudimos disfrutar callejeando, viendo edificios, iglesias, comiendo castañas asadas y contemplando como un montón de locos calentaban motores para correr la San Silvestre. Cenamos un bar y a eso de las 10 de la noche regresábamos al hotel.

Era obvio que tanto Merche como yo nos habíamos tomado el día de descanso en cuanto a correr se refiere pero a la mañana siguiente nos esperaba una buena: correr antes del desayuno por un circuito que me había hecho en la wikiloc

















Lo había elaborado cruzando los dedos ya que no sabía de si al realizarlo nos encontraríamos alguna valla u otro impedimento que nos chafara el plan. Lo que es cierto es que sobre el papel pintaba bien ya que se podía apreciar extensiones grandes de árboles, probablemente pinos, como así acabo siendo.

El despertador sonó a las 7:45 y costó un poco desperezarse, pero había correr por obligación y por tradición (siempre lo hacemos el día 31 allá donde estemos). Sabíamos que Soria sería de los sitios más fríos de toda España en esa ola invernal que nos estaba atravesando así que esperábamos más de 8 grados bajo cero, sin embargo al salir a la calle la sensación térmica no fue muy ostensible, eso sí, íbamos forrados de tela hasta las cejas. Puse el garmin en marcha y comenzamos el recorrido, con un primer kilómetro por la carretera para luego coger una pista bastante llanita, y afortunadamente sin vallas. Pronto comenzaron a aparecer los primeros árboles para amenizar mañana tan fría, todo blanco como si hubiera nevado, y el único impedimento era que los dedos iban semicongelados, pero esperábamos que entraran en calor. Del ritmo no hablamos, bastante lento, pero no era día para correr rápido, sino para llevar a cabo la aventurilla. Giramos a la derecha conforme las indicaciones de la pantalla y el paisaje comenzo a embellecerse a marchas forzadas, siempre por pista o sendas llanitas rodeadas de vegetación y TODO PÚBLICO.  En el kilómetro 3 tomamos una pista ancha y blanca bordeadas por pinos y castaños muy altos, íbamos corriendo entre bosques frondosos, todo un privilegio, siempre subiendo hasta alcanzar los 1.150 metros de altura, pero no es que hubiese sido duro, tan sólo habíamos ascendido unos 100 metros, ya que el punto de partida era bien alto. Después vino una zona preciosa, con zig zags en las pistas, bajando entre una gran espesura entre helechos congelados. Pero en el kilómetro 8 viramos por otra pista hacia la izquierda y desde ese momento notamos mucho más el frío, y no es que hiciera brisa, aunque la nueva orientación nos había hecho meternos en una zona donde había al menos 3 o 4 grados menos. Desde ese momento comencé a notar como se congelaban nuevamente mis dedos, y a Merche le pasaba lo mismo. Cruzamos un puente encima de unas viejas vías de tren y en los siguientes dos o tres kilómetros lo pasamos casi mal con la exposición al frío. Sin embargo en el 12, en una zona de menos vegetación el sol comenzó a calentarnos levemente y en seguida la cosa mejoró. Estábamos llegando a la Ermita del Cristo de los Olmedillos, y no se nos olvidará lo que allí nos encontramos





Fue acercarnos a las inmediaciones de lo que parecía una finca privada junto a la ermita vimos aparecer un pedazo mastín de 3/4 de metro de alto y que nos ladraba con un tono de pocos amigos. Mercedes le tiene pánico a los perros así que la situación no fue lo más agradable. Ella dio media vuelta y comenzó a correr en sentido contrario y el perro por instinto arrancó; yo me quedé parado y le voceé tratando de amedrentarle a la vez que le decía a mi mujer que parase, que no corriera. Afortunadamente funcionó, el perro se paró, aunque siguiera ladrando, y nosotros nos fuimos andando hacia la vía de ferrocarril que discurría casi en paralelo. Merche de los nervios y el perro que no dejaba de acecharnos, mientras corríamos saltanto de viga en viga por la vía. TRas unos minutos un tanto acalorados, remontamos la margen izquierda de la vía y fuimos campo a través hasta encontrarnos nuevamente con el camino, ya a unos trescientos metros de la finca. El perro seguía ladrando pero ya no iba a ir a por nosotros. Está claro que no pudimos ver la ermita, y aunque el camino es público, seguro que el perro no tenía ganas de compañía. Los siguientes minutos fueron rápidos, quizá fruto de la adrenalina y de la pendiente favorable y en el 14 llegábamos al cruce por el que habíamos pasado a la ida. Si seguíamos todo recto iríamos corriendo sobre los pasos ya hechos, pero el recorrido nos llevaba a la derecha, eso hicimos. Subimos por una cuesta hasta casi alcanzar un repetidor de telefonía y por ahí vimos un loco corriendo como nosotros. El recorrido nos desviaba por un recorrido distinto al que llevaba nuestro compañero, y luego descubrí que esta parte de la ruta esta muy difuminada, pero es igual, fue un poco más aventurera. Llegamos a unas canteras y de ahí para abajo hasta llegar a la carretera, por último unos 400 metros más y FINAL, habíamos completado unos magníficos 17,5 kilómetros, muy fríos pero inolvidables. 

Ya en el hotel, tras la ducha de agua muy caliente pudimos disfrutar de un magnífico desayuno. Después pudimos pasar un magnífico día visitando un poco más Soria, Burgo de Osma (también muy bonito) y una maravilla de la naturaleza llamada El Cañón de Rio Lobos, muy muy recomendable. Colgaré las fotos en cuanto pueda.

La cena fue magnífica y despedimos ese 2016 con las ganas que te da el desear que vengan tiempos mejores, los tiempos que nos ha de traer 2017.




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