RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

lunes, 9 de enero de 2017

SÁBADO 7: LO QUE ME TRAJERON LOS REYES: UNA LESIÓN

El sábado no tuve un buen despertar y me levanté sin ganas de salir a correr, máxime cuando me asomé a la ventana y ví lo helado que estaba todo; pero había programado una tirada de un poco menos de 23 kilómetros en progresión y eso iba a hacer, no podía relajarme. 

A las 11:30 salía a completar la primera vuelta de un circuito de unos 11.250 metros, con la idea de hacerla en algo menos de 5´el kilómetro pero no mucho menos, y apretar en la segunda para ir ya a un ritmo crucero de 4´35´´ o 4´40´´ de media. Todo iba bien, quizá demasiado frío y también cierta sensación de carga. Pensé que quizá me debería haber puesto mallas en lugar de ir tan expuesto con el pantalón corto, pero nunca pensé lo que me esperaba unos minutos más tarde...

El primer kilómetro casi calentando a 5´15´´, el segundo ya en 5´pelados y de ahí mejorando y sintiendo buenas sensaciones, sin apretar, conteniendo. Así en el kilómetro 6 alcanzo el Carril del Yeso y viro hacia el pueblo, no me cuesta ir marcando los últimos kilómetros aproximadamente en 4´40´´-4´45´´, cae el séptimo, el octavo y me quedan poco más de 3 kilómetros, voy a gusto, y justo antes de llegar a la puerta del aeródromo siento una carga in crescendo en los isquios parte baja de la pierna izquierda, la buena, la que nunca me ha dado la lata. Conozco esa sensación, ya le he sentido en la otra pierna, sé de la gravedad de esa molestia que ya terminó en rotura en 2013 y que supuso para mi el inicio de mi declive en la Media Maratón de Benidorm, cuando me tuve que retirar a dos semanas de la Maratón de Málaga, y en la propia maratón de la capital andaluza cuando la molestia se convirtió en dolor en el 11 y completé el recorrido casi cojeando y por cabezonería, para unos días después romperme del todo, con hematoma incluido, fisio, etc. Con estos antecedentes intuyo que tengo que aflojar inmediatamente, suspender el entreno y eso hago; no acabo de entender que hecho mal, no iba forzando, no me sentía cargado, no sé de qué va esto ni por qué me pasa esto a mi otra vez, pero me pasa, vaya si me pasa. Así que el resto del recorrido hasta casa lo hago a trote suave, con una cadencia con la que la molestia es menos. Llego a casa y me cuesta estirar la zona, no siento un dolor intenso, no siento pinzadas, pero siento la carga, la tirantez, y no me gusta.

Pero como soy tan cabezón salgo a trotar por la tarde para ver sensaciones con la esperanza de poder comprobar que todo ha sido un susto. Inés con su patinete y yo correteando por el parque damos cuatro vueltecillas suaves en las que siento el dolorcillo localizado que me invita a no apretar, ya digo, sensaciones que ya conozco que me asustan.

Todo queda en stand by a la espera de ver qué tal va todo al día siguiente corriendo con Merche en Linares

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