RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 21 de marzo de 2017

EL TRAIL DE BAÑOS DE LA ENCINA: PIES NEGROX 2017. LA CRÓNICA

El pasado sábado día 4 (hay que ver que retraso en esto de escribir últimamente), Mercedes, Jorge, Inés y un servidor nos desplazábamos a Linares para hacer noche allí y correr al día siguiente en Baños de la Encina, un pueblo cercano del cual había oido hablar por lo bonito de su paisaje, su castillo y sus calles.

No estaba, ni estoy, pasando por mis mejores momentos, y si hay algún lector que todavía quede al otro lado de esta cuerda que llamamos internet, quizá se esté preguntando cuándo fue la última vez que yo describí un buen momento vivido por mi. Así le va a este blog, que pese a todo quiere continuar con paso firme.

Pues bien, dos días de descanso, el viernes y el sábado, habían dado a mis maltrechos isquios un poco de margen, tras el doblaje del jueves que les había sentado fatal, tanto es así que ya intuía que el domingo pudiera tener problemas en esta prueba de montaña que no se presentaba muy dura.

Madrugamos y no me sentía muy tensionado, pese a que la idea era correr por mi cuenta, aunque no quisiera exprimirme mucho. Fría mañana, con llovizna, pero un viaje bien cortito, menos de 20 kilómetros, y nada más llegar al pueblo compruebo que el entorno bien merece una carrera como la que vamos a correr. Recogemos los dorsales y nos damos cuenta de que hay un mogollón de corredores de la provincia de Ciudad Real: Manzanares, Membrilla, La Solana, Ciudad Real...La fiebre de la montaña también afecta, y cada vez más, a los manchegos de meseta.

Calentamos un rato, y veo a Merche nerviosa, incluso más de lo esperado. Yo estoy preocupado, siento la pierna cargada, algo que ya sé, desde la sobrecarga de hace mes y medio no levanto cabeza. Y eso que superé la pubalgia, pero está visto que no.

Subimos al castillo y el garmin se me muere, van a dar la salida y no hay forma de que se vea la pantalla de inicio. Estoy en un tris de tirarlo a un contenedor, pero a punto, y justo entonces se reanima, vuelve a la vida. Esta carrera la correré con mi viejo GPS, que ya tiene la friolera de 6 años y un montón de kilómetros.

Dan la salida y comienzo reservón, no tengo buenas sensaciones, noto la pierna. Pronto una pedazo cuesta, que creo que me sienta bien. El primer kilómetro cae en 4:54, mejor de lo esperado. En el segundo llaneamos y hay alguna bajadita, y el ritmo se acelera, 4:09. El terreno es irregular y no voy cómodo con los isquios, los de delante se me van, entre ellos uno corredor del Membrilla con el que fui gran parte de la carrera de La Guardia del año pasado, pero este año es este año, y son otras circunstancias. Comienza la subida, nada técnica, vamos por pistas y sendas y ni por asomo andar, aunque haya algún tramo muy corto de pendiente considerable. Llegamos a la zona del pantano, la cual no dejaremos ya en muchos kilómetros, es decir, empieza lo bonito, por serpenteantes sendas verdes en la que casi siempre vamos viendo el agua, cruzando riachuelos, subis y bajas. Sigue sin ser técnico, muy corrible, pese a que el terreno impide meter mucha caña; caen kilómetros claramente por debajo de 4´20´´ alternados con otros a casi 6´. Voy adelantando gente y las sensaciones han ido creciendo exponencialmente, mi pierna va mucho mejor y aunque parezca increible voy disfrutando bastante, quizá porque voy reservando, sé que no puedo meter una marcha más debido a mi lesión. El kilómetro 10 lo paso en 49´39´´, no está mal teniendo en cuenta que estamos en la montaña, pero es que la prueba es muy corrible.

Vamos 4 corredores al mismo ritmo en zig zags, sorteando obstáculos pero bastante bien, cuando el corredor de delante, al que por cierto le falta un brazo se escurre y se da de bruces. Le ayudamos a levantarse y al reanudar la marcha yo meto una velocidad más y me escapo. No siento el esfuerzo, de hecho no he avituallado ni en el 5 ni en el 10, pero en cambio es como si estuviese prohibido disfrutar un poco, a partir del 13 siento como se me carga el isquio izquierdo rápidamente, hasta el punto de ponérseme como una piedra. La tirantez que siento en la pierna hace que tenga que bajar el pistón, y no es que fuera forzando es que estaba lesionado y esto podía pasar. Ya me cuesta ir por debajo de 5´a pesar de que hay tramos que bien podría hacerlo, y lo peor lo paso en una zona de pista donde veo que me van adelantando todos aquellos corredores a los que previamente había adelantado; no puedo hacer nada, ellos van 30 segundo por kilómetro más rápido que yo y la pierna me palpita. A partir de ahí odiaré los llanos, porque sentiré menos dolor en las subidas y en las bajadas, pero no hay mucho desnivel por lo que toca sufrir. Llegamos al pueblo, miro hacia atrás y no veo corredores, ya no me van a pasar más competidores, bastantes han sido ya (unos 10). Me cuesta horrores el último kilómetro, y en la curva a derecha ya en lo alto veo la meta a 100 metros y doy gracias, por el músculo está a punto de estallar. Cruzo la meta en 1 hora y 52 minutos, 21 kilómetros menos cincuenta metros. Me veo el 40 de la clasificación, eso es lo de menos, y el séptimo de mi categoría, podría haber sido mucho mejor pero es que hoy no debería haber competido.

Hace un frío tremendo, estoy con mis suegros y los críos están esperando a que llegue Mercedes, y yo lo único que siento es dolor en mi pierna izquierda y frío. No he notado el esfuerzo más allá del problema que he arrastrado, por lo que siento rabia. 

Mercedes llega a las 2:25 minutos; lo hace con buen semblante, sin molestias y se ve que ha disfrutado. No subirá en esta ocasión al podium, ya que ha sido séptima también, pero su categoría no le es favorable (de 36 a 45, y ella tiene 44. 

Ella tiene la llave y por fin puedo ir al coche a cambiarme, y lo hago lento sigiloso, con la pierna tiesa. Me siento mal, muy mal, es como si tuviera vetado esto de disfrutar de correr. Sé que en los días siguientes no podré prácticamente entrenar porque he provocado un agravamiento de la contractura, de la distensión; no lo puedo evitar, soy un burro.

Así que sumamos otra carrera más; esta desde luego que mereció la pena por los parajes. Probablemente repitamos otro año, si seguimos corriendo claro.





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