RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

miércoles, 24 de mayo de 2017

MIS VIVENCIAS DE LA ULTRA TRAIL DE LOS CASTILLOS: "EXPULSANDO LOS DEMONIOS"

Nunca un fracaso me sentó menos amargo. No tenía volcadas grandes ilusiones en el Ultra Trail de los Castillos y de hecho mi grado de motivación no es que fuese muy alto. En cualquier caso desde la salida tuve buenas sensaciones, acordes con el que creo que es un buen estado de forma, y mantuve el ritmo yendo bien situado en la clasificación. Los kilómetros fueron pasando y el ritmo no decaía, además tuve el placer de correr mucho tiempo con Raúl Fernández Donado, lo cual le dio más emoción a la prueba. Recuerdo que en el kilómetro 30 le pregunté la media (yo sólo llevaba mi viejo crono) y me dijo que 5´15´´, lo cual teniendo en cuenta que hablabámos de 63 kilómetros y de que habíamos atravesado zonas de fuertes repechos me dejó sorprendido. Parece ser que estábamos marcando algún que otro kilómetro en torno a 4´30´´ y yo sin darme cuenta. En cualquier caso unos minutos antes de llegar al avituallamiento del 33 noté que mi sistema digestivo caía en picado, sintiendo como la sangre se me iba allí, al estómago, incapaz éste de digerir lo que había tomado en el último avituallamiento (quizá cogí demasiadas cosas que me comí demasiado rápido). El malestar creció tanto que en el avituallamiento le dije a Raúl que siguiera sin mi, y aunque trate de arreglar lo irreperable con agua y sales, lo que vino después fue un considerable empeoramiento con falta de fuerzas, y tras esto los vómitos y mi final. Demasiado tuve con llegar hasta las inmediaciones del castillo, justo antes de la maratón. Los últimos 4 kilómetros fueron horribles, grabados quedarán en mi memoria, y ya sabía entonces que me iba a retirar, algo que no suelo hacer, pero me veía incapaz de completar la prueba.

Me tuvieron que atender con signos claros de deshidratación motivados por los vómitos, ya que era incapaz de tomar nada. La solución fue una vía, y a la hora o poco más comencé a sentir una mejora evidente que terminó en una recuperación completa. Allí estuve en lo alto del castillo bebiendo y bebiendo, después comí, mientras veía llegar a los héroes de la ultra. Casi por intuición decidí bajar corriendo por la calzada con la idea de que Merche estuviera a punto de llegar y mi instito no me falló, la ví subiendo justo al inicio de la calzada y la acompañé hasta meta viviendo unos momentos que no olvidaremos fácilmente. Final feliz para un tan accidentada e infeliz experiencia en lo personal, pero me quedo con lo bueno: mi buen estado de forma, la ausencia de molestias y que noto claramente la progresión, algo que no ocurría hace años.

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