RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

sábado, 15 de julio de 2017

LUNES 3 A VIERNES 7: LOS CINCO DÍAS LABORABLES MÁS DESASTROSOS DESDE QUE CORRO

Bien sabía que iba a ser complicado salir a correr los siguientes días, y así ocurrió: el lunes tuve que viajar a Santiago de Chile y llegué a las tantas, me lo tomé como descanso programado; el martes amaneció lloviendo y así estuvo todo el santo día, y sin embargo, a eso de las 20 horas me atreví a salir a correr por La Alameda. El comienzo fue esperanzador, a buen ritmo, casi desatado, pero a los cinco minutos sentí que estaba muy cansado y bajé un poco el pistón. hice un recorrido a dos vueltas que no fueron más de 35 minutos y unos 7 kilómetros; lo peor fue que el miércoles me lo tomé como descanso por la gran cantidad de carga de trabajo que tenía, y que el jueves tenía que preparar las maletas para la vuelta a casa, de hecho me acosté a las 22:50, y me venían a recoger a las 01:30 para llevarme al aeropuerto de Santiago para coger mi avión a las 06:30. Tenía poco tiempo para dormir y cuando casí estaba conciliando el sueño sentí como la cama se movía, se balanceaba, entonces me dí cuenta de que se trataba de un temblor, típico de esta zona del planeta. A los pocos segundos cesó, pero de repentí regresó estaba vez con mayor intensidad y sentí allí arriba en un 10º piso como la estructura de balanceaba. Allí estaba con los pies bien asentados al suelo y acojonado de miedo. Me cambié rápidamente mientras el temblor continuaba y bajé por la escalera de emergencia hasta recepción para comprobar que el recepcionistas ni se había enterado del terremoto ni nadie más que aquel loco español. Eso sí, miramos en la página chilena de seismos y ahí estaba el doble temblor registrado, el segundo de nada más y nada menos que de 5,1 en la escala de Rifter

















Fue sin duda la anécdota del día aunque para mi fuera más que eso, que una anécdota. Ya no pude dormir las dos horas y media que me quedaban, y el viaje de vuelta fue tan tortuoso que no hallé descanso hasta muchas horas después, muchos días después, la noche del sábado al domingo en España, y es que además tuve que hacer escala en Lima durante 12 horas. Eso sí, el sábado por la tarde, nada más llegar a casa, y tras tener que coger el coche en el Aeropuerto Adolfo Suárez (que por cierto no encontraba en el aparcamiento P4 y tarde unas duras hora y media en descubrir donde estaba), salí a correr con Merche para hacer 10 kilómetros sacando fuerzas de no se sabe donde.

Había terminado una de las semanas más extrañas de entrenos desde que comencé a correr, una semana transitoria, que duda cabe, con tan sólo 38 kilómetros repartidos en 3 sesiones. Había roto la dinámica tan buena que había llevado a lo largo de todo el 2017, pero es que no pudo ser de otra forma.

Por su parte Merche estuvo saliendo a correr con temperaturas altas en España, pero cumpliendo y a buenos ritmos. Había conseguido cuajar unos 50 kilómetros que desde luego fueron más dignos que los míos.

 













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