RELATOS

Una vez iniciado el movimiento supe que no habría marcha atrás, sería difícil regresar a aquello que fui. Hoy soy otro ser: curtido, compañero del esfuerzo, amante de mis kilómetros. Sólo el fin de mis días debería obligarme a parar: ese es mi pequeño sueño.

martes, 8 de agosto de 2017

LA SONRISA MÁS AMPLIA. DEDICADO A MI PADRE

Lo etéreo de la felicidad


Esa línea negra que amenaza cuando echa su vista hacia adelante le obliga a estar atento, pero es el único sitio por donde ir: la zona del rail del tranvía de la Avenida de Linarejos; la llanta delantera de su bicicleta zigzaguea bailando con el hueco de la estructura metálica con el único propósito de evitar terminar por los suelos. No siente miedo y sí una emoción difícil de describir: a cada giro que dar pierde velocidad y luego pelea por recuperar la cadencia mientras en el ambiente crecen los decibelios por los aplausos y gritos del público que se agolpa en las aceras. Las piernas de Juan José pesan como losas y aún así el dolor queda en un segundo plano, sigue avanzando como si no le costara hacerlo...

Es extraño, no parece real, se dice así mismo ¡venga, un giro más y ya está! le asalta el ansia por finiquitar y en un acto reflejo mira hacia atrás buscando a sus perseguidores, deja de controlar el rail y roza el borde del "nada" , cruza ese instante resignado a su suerte, sin embago la fortuna le acompaña  y no cae de su bicicleta, pasa del escalofrío al  sentimiento de alivio; y llega por última vez al final de la avenida, frena, acelera, levanta la mirada y ve acercarse a gran velocidad esa pancarta deseada hasta cruzar la meta. 

No parece real, un día raro y extraordinario a partes iguales, el más extraño y especial de su vida. El peso del trofeo le duerme los brazos: allí se halla subido en lo alto de ese improvisado podium forrado de tela que cubre un montón de cajas de madera que otrora portaron garrafas del buen vino de Valdepeñas; puede ser una vivencia, una energía, o sólo una imagen que representa la felicidad más egoista y absoluta, esa que todo ser debería tener derecho a experimentar, aunque sólo fuese durante un efímero instante en algún momento de su existencia.

...Regresa al presente, está asomado a la ventana divisando aquella misma avenida: en la calzada sólo hay asfalto grisáceo, ya no hay railes; lo recuerda como si no hubiera sucedido: sin foto posando, sin trofeo el cual donó  a su club, ¿dónde acabó guardada aquella pancarta de tela blanca o las viejas cajas de vino..., sólo existen en un recobeco de su memoria, al igual que los testigos vivos o muertos de aquella carrera de la Feria de Linares de 1952, que a duras penas podrían recordar hoy lo allí acontecido 50 años antes en aquella soleada mañana de domingo...Podría haber sido un dulce sueño, nada más...

...  Suelta el visillo se gira y regresa a la celebración que le ha llevado hasta allí, de nuevo a aquella ciudad.., en el salón los comensales rien, conversan en alto. Mira a su izquierda y se guarda esa estampa: la mano de su hijo agarra la de su reciente esposa, años después se siente de nuevo subido en aquel podium, un cosquilleo..., el tiempo se para y vuelve a ser feliz en Linares.

100 metros es un largo reto

Se termina la larga subida, está alcanzando el avituallamiento del Alto de la Fuenfría; no piensa parar, no hay motivo para el descanso, pero no puede evitar verse en ese mismo sitio de la Madrid-Segovia dos años antes:  

...las sienes le martillean con la periodicidad que marca cada pulsación, la cabeza da vueltas como esa sensación que nos pilla en fuera de juego la primera vez que nos emborrachamos, los brazos molestan tanto que no sabe donde apoyarlos, todo él es un peso muerto que sólo pide reposo; qué hacer con esas naúseas, la necesidad de expulsar todo lo que su organismo ha tratado de digerir sin éxito.Allí sentado sobre esa silla incómoda, su voluntad trata de convencerle de que se quede allíí, que abandone la prueba, que se abandone. Claudio está echando fotos, ese año ha decidido no correr, repara en su presencia, se acerca y le dice: "Javier, si no te levantas y echas a andar te puedes dar por muerto". Y eso hace Javier, sigue sus instrucciones, le tiene demasiada  admiración como para no obedecerle. Se levanta tambaleante y alguien de la organización le pregunta si es capaz de seguir, él asiente y ese alguién le mira dubitativo; está en un tris de llamar al de la ambulancia que está a unos metros, pero en el último momento le deja ir. Claudio le arenga con los dos pulgares en alto y comienza a andar cuesta abajo, trota un poco, se para, se agacha y expulsa hasta la primera papilla. Claudio se le acerca y le pregunta, se siente mucho mejor, y comienza a correr de nuevo, despacito pero corre, toca pensar en su destino, Segovia... 

...Bajo hacia mi destino, Segovia, experimentando el dolor y la impotencia empeñándome en llegar a meta cueste lo que cueste aunque lo prudente sea estarse quieto. Tengo mucho tiempo y lo empleo en reflexionar, pienso en mi padre y en sus paseos; apenas puede con sus 100 metros y yo apenas puedo con mis 100 kilómetros, somos decadentes en distinto grado, pero ambos seguimos adelante hacia la meta, aunque haya que parar de vez en cuando. Me quedan más de dos horas de viaje en esta Madrid Segovia de la que estoy aprendiendo que no importa la distancia, que lo que importa es el movimiento; la obcecación por proseguir tu camino hace que la acción se convierta en resistencia y la resistencia se torne en lucha hasta que llegue el final.

Las viejas piedras romanas me hablan de lo que somos

...Javier ha pasado de largo sin parar en la tienda de campaña, ha mirado de soslayo aquella silla blanca, temeroso, como si quisiera evitar viejas sensaciones.  Alguién de la organización ha dicho algo así como "mira como va, pareciera que no lleve 83 kilómetros". Llega a la zona pedregosa y técnica de la bajada empinada, escoltada con cientos de pinos majestuosos, no se cansa de cruzar aquel paisaje, y además ese día está especialmente atento, pendiente de las confidencias que los árboles le vayan a susurrar; flota, siente la vida, está volando con su padre; el esfuerzo de ese día  es uno más de la lista de los esfuerzos pasados y el movimiento atraviesa la variable tiempo escapando a otra dimensión,..., está con su padre, sueñan con aquella carrera ciclista de Linares, esa historia tan extraordinaria y emocionante; otro pensamiento...su padre bajo el marco de la puerta de casa, domingo, viene cansado, tiene más de 60 y  regresa tras dejarse el alma haciendo un porrón de kilómetros en su restaurada bicicleta, Tere le recrimina, no puede entender qué se siente cuando la extenuación castiga  tu cuerpo y tu alma se siente tan libre..., otra visión...está es más cercana...su padre andando lentamente calle abajo y Javier con él oyendo sus jadeos, una pugna por 50 metros de ida, una larga parada para tomar resuello, y los 50 metros finales que supondrán que Juan José sienta que sigue en este mundo aún. 

Su mente cruza un nuevo arco: un andador, un temblor de piernas, ahogos..., pero también hay ganas de vivir, esfuerzo por continuar; se adentra en ese sitio oscuro y cálido a la vez: ve su final rodeado de todos los suyos, ...su mirada llena de paz y a Javier le brotan las lágrimas, aumenta el ritmo de su zancadas, las piernas arden al compás del recuerdo y sin darse cuenta llega a "La Cruz" y un voluntario le dice que va 6º; le ha oido pero no le ha escuchado, va corriendo con su padre, con su padre en su cabeza, con su padre en sus piernas, con su padre en el corazón, compartiendo ambos el movimiento. La sensación dolorosa le lleva a vaciarse hasta que en un proceso de expiación alcanza el Acueducto en aquél sábado por la tarde, jaleado entre vítores y aplausos de la gente que se agolpa en las aceras, no hay avenida ni rail, pero es un día extraño y extraordinariom como aquel de hace 65 años. Ya sentado el peso de aquellos 102 kilómetros cae sobre su cuerpo con tanta rotundidad que tiene que desconectar y liberarse de su cuerpo,...el agua tibia de la ducha del hotel le deja adormecido y se echa en la cama hasta que le llega un sueño profundo en forma de visión: su padre mira desde la ventana hacia la avenida, en la sala hay tanto jaleo  que cuesta oirse, suelta el visillo y les mira,  esboza una sonrisa, al principio leve pero cada vez más ostensible, la sonrisa más amplia que jamás le vio; no dice nada, pero con eso lo dice todo...

Han pasado dos horas, se despirta y cae en la cuenta, se incorpora rápidamente  y regresa dolorido a meta, su mujer está al llegar, ella también corre hoy.; la  megafonía anuncia que llega otra mujer, primera de la categoría veteranas, el Sol está cayendo en Segovia y la estampa es como si detuviera el tiempo, tonos anaranjados que se mezclan con el color crema de la piedra milenariam, y Mercedes girando la calle hacia el arco de meta, es perfecto, nada volverá a ser tan perfecto. Los dos marchan molidos cogidos de la mano hacia el hotel, no tienen planes, llenos de vida, vida sin planes; Javier piensa que si mira hacia atrás, hacia el Acueducto, verá a su padre en uno de sus arcos sonriéndoles con su mirada más amplia; es sólo un deseo, una tontería, no vuelve su cabeza pero sabe que él está allí con su bicicleta, no se lo imagina con su andador .

Todos los caminos llevan a Linares

Nunca hablé mucho con mi hijo, realmente no supimos qué decirnos, quizá no tuvimos la oportunidad, o puede que no tuviera el valor suficiente de abrir mi corazón. Ahora ya es tarde, mis oidos no oyen apenas, y él no entiende lo que le digo, pero a pesar de todo me siento bien viéndole como me cuida, está más cerca que nunca, veo que saca la pluma de la insulina y sé lo que va a hacer: me va a decir con gestos que me pinche en la tripa, siempre lo hace... mis hijas siempre me pinchan, son mejores enfermeras que él, pero en cualquier caso me gusta cuando él me hace ese gesto instándome a que consume el pinchazo yo mismo. Le obedezco, no dudo de que ha preparado la dosis correcta, así que agarro el aparatito, aprieto el botón y giro la ruedecita. La insulina entra de forma indolora y entonces pienso en otros tiempos en los que comunicarse era más fácil porque mis oidos aún funcionaban, porque se me entendía lo que decía.., ahí mismo podríamos haber hablado de mil anécdotas vividas, le podría haber preguntado por sus carreras, por los detalles y el caso es que siempre tuve curiosidad,  sin embargo hoy sólo podemos mirarnos y hacernos gestos, y pese a todo sentirnos más unidos que nunca.

Tengo la mente ágil, es lo único que me funciona así que puedo viajar: estamos comiendo, él todavía vive con nosotros, aunque está en proceso de independizarse, nos está diciendo que ha conocido a una chica por internet  y que la va a traer a casa ese mismo fin de semana. Veo el brillo de sus ojos y sé que está enamorado, pero la sorpresa llega cuando nos dice que ella es de Linares..., y me acuerdo de aquellos railes, del trofeo, de aquella felicidad. Ahora quiero verme años antes hablando Tere él todavía no ha nacido, mis hijas sí, discutimos sobre una oferta de trabajo que puede cambiarlo todo, pero hay que trasladar a toda la familia a Linares, mi mujer pone mala cara, inconvenientes y siento que mis alas se acortan hasta no poder volar, no puedo hacerle eso, no podemos escapar de aquello que conocemos, de su zona de comfort ...ella no lo llevaría bien.

...De vuelta a la realidad mi hijo me hace señas que entiendo a la primera, me pregunta  si quiero ir a dormir, miro a mi mujer y me pone peros a través de su mirada, no quiere quedarse sola en salón sin más compañía que el televisor, pero me hallo tan tan cansado que hoy no puedo complacerla, así que asiento con la cabeza y hago el esfuerzo de incorporarme, el esfuerzo del movimiento, sé que tocará recorrer unos escasos 7 metros que me separan mi cama, con la única ayuda de ese andador y contando con mis cada vez más escasas fuerzas. Cuando logro reposar en el lecho él se despide y yo pienso en Linares y en la casualidad.


...Hace un frío inusitado en Linares pese a estar en noviembre, y pese a todo hoy salimos a dar una vuelta, ¡que nos apetece!. Jorge ha quedado con una amiga que ha conocido a través de las redes sociales  y que curiosamente, y como no podía ser de otra forma, es de Linares, la historia se repite; suerte que Inés es demasiado peque aún para pensar en amoríos. Me abrocho hasta el último botón de mi abrigo negro y tras aparcar paseamos un rato: hoy toca ir al cine, pero antes callejeamos para ir a una cafetería que han abierto recientemente. Nada más entrar al local me siento como en casa, con un toque de años cincuenta y repleto de recuerdos colgados en todas las paredes repartidos entre mil viejos enseres. Nos vamos al rincón más apartado de todo el recinto y allí charlamos, nada trascendental, entrenos, sensaciones y de la inminente Maratón de Valencia, a unos días ..., por unos segundos la mirada se va a la pared de enfrente, fotos de la Paza de Toros, el Paseo de Linarejos, la Calle Julio Burell, aquella ciudad que antaño fue próspera y bulliciosa, ...de repente una foto llama mi atención y cuando me fijo en ella un escalofrío recorre mi cuerpo. En un improvisado y rudimentario podium se ven tres figuras, en seguida reconozco la que posa en lo más alto, se pelea por mantener a media altura un trofeo que claramente apenas puede sostener y pese a todo su sonrisa le delata, es feliz.



Este relato está basado en hechos reales. Como se aprecia en la foto el trofeo no era muy pesado, y no había podium improvisado, seguramente el rail no era tan peligroso, pero mi padre ganó aquella carrera, al igual que ganó la otra carrera, la más dura, la de la vida.

Dedicado a tí Papá.




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